El sueño europeo del Castilla acabó a puerta cerrada

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Un bobbie vigila las vacías gradas de Boleyn Ground
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Fue en 1980. El Castilla, entrenado por Juanjo García (padre de Abraham García, actual técnico de la Gimnástica Segoviana y ex de La Fábrica), disputaba la Recopa de Europa después de haber sido subcampeón de Copa del Rey esa primavera, la única vez en que un filial logró tal hazaña. Como fuera que el Real Madrid, su verdugo en esa final, también ganó la Liga, le correspondió al primer filial blanco disputar la Recopa de Europa, una competición ya desaparecida y fagocitada por la Champions League en la que competían los campeones de Copa.

Cartel anunciador del Castilla - West Ham, Recopa de Europa 1980-81
Cartel anunciador del Castilla – West Ham, Recopa de Europa 1980-81

No era la Recopa una competición menor. Ni mucho menos. Ese año, además del Castilla, en aquel torneo compitieron el Valencia (como vigente campeón), el Benfica, la Roma, el Feyenoord, el Celtic, el Mónaco… y el West Ham, que fue quien correspondió en suerte al filial madridista en la primera eliminatoria.

Tenía el Castilla, como no podía ser de otro modo por ser un club de formación, un equipo imberbe, en el que su jugador más veterano era el portero Miguel Recio, con 22 años, mientras que enfrente, en los hammers, su portero, Parkes, era un flamante fichaje que acababa de costar un millón de libras, un pastizal de la época.

 

Un muerto en los incidentes… y la vuelta a puerta cerrada

Pero llego la eliminatoria. Y en la ida, jugada el 17 de septiembre de 1980, el Castilla vapuleó al equipo inglés por 3-1, ante 40.000 espectadores que se congregaron en el Santiago Bernabéu. Paco, Balín y Cidón remontaron en un segundo tiempo apoteósico el primer gol del partido, obra del inglés Cross. El partido estuvo marcado por los incidentes que protagonizaron los escasos hinchas ingleses, pero violentísimos, que acudieron al Bernabéu. Muchos de ellos, borrachos, se dedicaron a orinar y a arrojar sus sillas desde su ubicación en el Anfiteatro del Bernabéu sobre las cabezas de los ocupantes de la Preferencia. Además, y a resultas de los actos vandálicos en los alrededores del estadio y de las consecuentes cargas policiales y enfrentamientos con aficionados madridistas, un hooligan falleció atropellado por un autobús.

La UEFA entró inmediatamente a sancionar los hechos. Y por primera vez en la historia, sancionó al equipo cuyos hinchas protagonizaron los incidentes, el West Ham, a jugar dos partidos a puerta cerrada en su estadio, además de una cuantosísima multa económica. El Castilla, pues, fue el primer equipo que jugó un partido como visitante a puerta cerrada en toda la historia de las competiciones europeas.

La vuelta se jugó el 1 de octubre de 1980 en Boleyn Ground. Acudieron 262 espectadores al recinto, con capacidad para 36.000, la asistencia más baja de la historia a un partido del West Ham como local. Hasta pocas horas antes del partido, la UEFA no concedió permiso a la BBC para poder retransmitir por radio la segunda parte del encuentro, y no permitió a ninguna televisión ofrecerlo en directo. «Puerta cerrada es que nadie lo pueda seguir en directo», dijo el máximo organismo europeo. Eran otros tiempos.

El partido supuso la claudicación del Castilla, que se encontró 2-0 abajo (y por tanto eliminado) a la media hora y 3-0 al descanso, tras un primer tiempo desastroso y plagado de nervios. Sin embargo, Bernal recortó distancias en el segundo y el Castilla tuvo sus oportunidades para marcar más. No lo hizo, el encuentro se fue a la prórroga y allí, pese a que dispuso de un ramillete de ocasiones para pasar la ronda, encajó dos goles más y puso punto y final con esa derrota 5-1 a su única aventura europea, aunque pocos pudieran ver qué pasó en la vuelta. Tanto es así que en el Reino Unido el partido es conocido, aún hoy, como el Ghost Match, el partido fantasma.

 

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Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.