Isco se encarama a la cima del tobogán

Isco llegó en 2013 en loor de multitudes, pero diferentes circunstancias hicieron tambalear el futuro del malagueño. Refugiado en sus padres y en su talento, ha vuelto para liderar al Real Madrid.

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Isco, en un partido ante el Barcelona
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Cuando Francisco Alarcón, Isco, aterrizó en el Real Madrid el 27 de junio de 2013, lo hizo en loor de multitudes. La afición madridista coreaba su nombre, el del chico de moda, el de aquel ‘chichilindri’ (como se llamaba socarronamente en Benalmádena a los nacidos en Arroyo de la Miel) que estuvo muy cerca de hacer historia en la Copa de Europa liderando al Málaga y al que sólo un fatídico descuento en Dortmund se lo impidió.

La vida le sonreía: era el fichaje nacional más caro de Florentino Pérez, se marchaba al mejor club del mundo, el por aquel entonces técnico blanco Carlo Ancelotti andaba rendido a sus cualidades y en su arranque como madridista, un gol y una asistencia en el primer partido liguero ante el Betis, hacían presagiar un futuro esplendoroso.

Pero no fue así. Ni mucho menos. Isco es el Isco de hoy por haber sabido sobreponerse a las adversidades, un Isco diferente, un Isco mucho mejor que se sobrepuso a todo. A un entrenador, Ancelotti, que le acusaba de no defender. A una parte de la afición que le señalaba por conducir demasiado el balón. El «Isco, Isco» había dado paso al «suéltala, Isco». Incluso su vida privada se tambaleó, fuera de foco. Isco perdió la Magia, salvo la del mote.

Pero Isco ha sabido apretar los dientes para recuperarse y así transformarse en un futbolista que, ahora mismo, está en la cima europea. Refugiado en los consejos de sus padres, Paco Alarcón y Jenny Suárez, Isco defiende como el que más. Sabe cuándo soltarla y cuándo debe encarar. Tiene una mentalidad ganadora a prueba de bombas. Y la vida le sonríe. El fútbol es un tobogán, y cuando ante Isco se le aparecían dos caminos, uno que miraba hacia abajo y otro que le llevaba directo a la cima, decidió coger el mono de trabajo y encaramarse a lo más alto. Y no va a ser nada sencillo bajarle.

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Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.