RM 3 – 0 APO: Ronaldo, Ronaldo

Dos goles de Cristiano, que dotó de nuevo de su habitual voracidad a la delantera blanca, allanan el camino para el primer triunfo en Champions del curso. Sergio Ramos redondeó el 3-0

0
-publicidad-

Dos de Cristiano Ronaldo, que en cuanto se pone la blanca soluciona todos los problemas de escasez de gol que cualquiera pueda imaginar. Volvía el luso al once y no defraudó: dos goles, un penalti forzado que le escamotearon, un gol fantasma, un gol anulado, una asistencia en otro gol que no subió al marcador… Casi todo lo bueno del Madrid lo hace él, da igual cómo juegue el equipo, lo que exija el rival o la competición que sea. Ronaldo, Ronaldo. Dos goles, 3-0 al APOEL y a otra cosa.

El Madrid despachó una primera parte lenta, lentísima. Tan lenta que si fuera el motor de un McLaren hace tiempo que le andarían buscando sustituto. Con Modric en un estado de forma bajísimo, al Madrid le cuesta un mundo que su juego sea dinámico, más aún si Kovacic, llamado a dotar de velocidad en el medio al juego blanco, se lesiona a los 25 minutos. Pero el Madrid estaba tan poco exigido que no se despeinó, pero es que tampoco necesitó pararse a pensar en dónde dejó la gomina.

Casemiro en partidos así no es tan necesario como algunos hacen creer, porque sus enormes dotes como mediocentro posicional no son tan necesarias como la presencia de alguien que dote de dinamismo el eje, más aún si Carvajal y Marcelo tienen un día tan estrepitosamente mediocre como el que vivieron ante el APOEL. Así que el Madrid tuvo que aferrarse a los centros de Kroos (desde que entró por el lesionado Kovacic), a los centros de Bale, que jugó por la izquierda y con dos asistencias recordó mínimamente al jugador que fichó el club en su día aunque sigue sin conectar absolutamente nada con la grada, y en la colosal pegada de Cristiano Ronaldo.

Porque Cristiano es todo en este equipo. Marcó un gol en una jugada en la que el APOEL, que empezó achuchando, se fue arriba con casi todo y el luso les pilló descolocados. Casi marcó en un remate nada más comenzar la segunda parte que botó sobre la línea tras estrellarse contra el larguero. Anotó de penalti (que no era, por unas manos inexistentes de Lago) el segundo tanto de los blancos. Provocó otra pena máxima más que el francés Bastien, bastante flojito, decidió no señalar; vio cómo le anulaban un gol; regaló otro a Mayoral que también fue anulado… Todo el peligro blanco pasa por el siete que no es tal, sino nueve. Por algo es un jugador de leyenda, 92 goles en 89 partidos de Champions con el Madrid.

Tan de leyenda que por su voracidad, por esa ansia viva en marcar todos los minutos de todos los partidos, el equipo se contagió, y al menos, aunque no fue una segunda parte brillante, sí quedaron unos segundos 45 minutos entretenidos, con varias ocasiones en la portería de Waterman y el Madrid más crecido. Así llegó el gol, de churrichilena, de Sergio Ramos que significaba el tercero blanco, pero tampoco fue para tirar cohetes, incluso el APOEL tuvo la desfachatez de volver a ver de cerca a Keylor Navas, quien ni manchó los guantes. Debutó Ceballos, saltó al campo Mayoral y Cristiano siguió a lo suyo, jugando a tope siempre, ante un chipriota, un inglés, un francés, un finlandés o uno de Laponia. Eso es lo de menos. Lo suyo es el gol ante quien sea. Y mejor de dos en dos. Ronaldo, Ronaldo. La vida sigue igual.