Hay muchas lecturas de la situación del Castilla, muchos problemas a corregir, muchos factores externos, otros internos… pero lo que está claro, es que la suma de todos ellos nos lleva al punto en el que estamos ahora mismo: cerca del descenso. Una situación que cada día que pasa parece más difícil de solventar.
El Castilla ha tenido mala suerte en ocasiones, en otras el árbitro ha sido determinante, pero no puede convertirse en excusa. El fútbol no es simplista, ni lo será jamás, pero a la hora de la verdad el resultado final es el que determina todo.
La temporada comenzó con una derrota a domicilio por 1-2 frente al Rayo Majadahonda, después vino el partido sobresaliente del Castilla ante el Coruxo: victoria por 0 a 3. La siguiente jornada fue ante la Ponferradina y el equipo no pudo pasar del empate a 1. En la cuarta jornada llegó la dolorosa derrota 4 a 0 propiciado por el Fabril. La victoria in extremis ante el Talavera en el Alfredo di Stefano por 2 goles a 0 dio esperanza de cambio, pero el complicado encuentro ante el Navalcarnero en el que los locales remontaron 2 a 1 aprovechándose de las expulsiones blancas, tiró en parte el trabajo al suelo. El siguiente encuentro en casa no pasó del empate y llegamos a la ultima jornada disputada: derrota 2 a 0 ante el Pontevedra.
Los números son claros: el Castilla ha ganado 4 puntos en casa y 4 a domicilio. En casa parece que el equipo blanco sabe contener mejor el resultado pero le cuesta demasiado marcar (3 goles a favor frente a 2 en contra) y cuando lo hace como visitante, ve gol con algo más de facilidad, pero recibe demasiados goles (4 goles a favor frente a 9 en contra).
El parcial total es desolador: los pupilos de Solari han anotado siete tantos en estas ocho jornadas, pero en contraposición, han recibido once goles. Una cantidad demasiada alta si se quiere aspirar a cosas grandes, que deja señalada a todas las líneas del campo, y además lo hace injustamente, pues el Castilla cuenta con jugadores que deberían tener gol (Dani Gómez, Campuzano, Óscar, Toni, Cristo, Franchu…) y con jugadores absolutamente capaces de controlar el resultado. Si bien es cierto que los filiales siempre han ido de menos a más, el golpe de timón se debe de dar pronto, o la crisis dentro del equipo crecerá todavía más.