No todas las navidades pasan por Abu Dabi. No todos los feos son tan guapos como Luka Modric. No todos los mejores jugadores del mundo se llaman Cristiano Ronaldo. No todos los años se ganan cinco títulos. No todos los equipos son el Real Madrid. No todas las rutinas matan.
Otro título más. El Madrid de ayer, el de hoy y el de mañana será eso: ganar. Da igual el cómo, el dónde y el porqué. El fin siempre justifica los medios. El fútbol no es un arte, es un deporte. Te vistes de corto para competir, para ganar. Si lo consigues una vez, eres bueno. Si lo consigues varias veces, eres grande. Pero si lo consigues casi siempre, eres la auténtica hostia. Y lo somos. ¡Somos la hostia!
En los últimos años estamos viendo equipos que consiguen aglutinar generaciones buenísimas de futbolistas y durante dos, tres o cuatro años, ganan mucho. De hecho, ganan casi todo o incluso todo. Pero solo hay uno que su hegemonía y supremacía se mantendrá intacta hasta que se muera el fútbol. Y ese es el Madrid. Mi abuelo vio a un equipo que lo ganaba todo, un servidor está viendo a un equipo que lo gana todo y mis hijos dentro de unos años verán a un equipo que lo ganará todo. Y, ante eso, no hay que pedir perdón, sino dar las gracias.
«Lo importante es participar». Qué bonito, ¿verdad? ¡Qué tierno! Me derrito, ¡vaya! Mira, un consejo: si no eres del Real Madrid, agárrate a eso. Pero si lo eres, odia esa frase. O más bien: siéntete orgulloso de que la pronuncien otros. Esas malditas cuatro palabrejas se escribieron porque siempre hay uno que tiene que perder. Pero por suerte, ese «uno» nunca seremos nosotros. Al menos, hasta que muera el fútbol.