La imagen de Luka Doncic completamente fuera de sí, golpeando a patadas el túnel extensible que da acceso a los vestuarios del WiZink Center tras ser expulsado el pasado martes tras dos acciones injustas, quedará para la posteridad. El jovencísimo esloveno, desquiciado por el terrorífico arbitraje, perdió los papeles y deberá pagar 4.500 euros de multa por su acción, un torrente de furia desatado.
Un torrente de furia por el que lógicamente en el Real Madrid no van a hacer sangre («si hasta los mayores a veces nos enfurecemos, ¿cómo no vamos a perdonar a un niño de 18 años que se enrabieta?», decían ayer mismo personas con mucho peso en el club en la traidcional copa navideña a la Prensa) y que le servirá «de aprendizaje. Por situaciones complicadas tenemos que pasar todos».
Fuentes del Real Madrid, además, aseguran que «lo mejor fue que al terminar el partido Doncic estaba feliz, con una sonrisa enorme, y sin ningún atisbo del enfado que tenía antes. El equipo había ganado gracias a un esfuerzo titánico de sus compañeros y eso le hizo feliz y terminó por acabar con su furia. Es un chico fantástico». decían.
Además, esas mismas fuentes también desvelaron que «hasta el presidente del Valencia Basket, en el palco, nos previno de que el árbitro principal era un chulo y que según iba avanzando el partido iba retando a Doncic buscándole con la mirada en todas las acciones».