El Clásico más insulso de todos los tiempos

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Entre todos la mataron y ella sola se murió. El fútbol, otrora un espectáculo sensorial que abarcaba toda una semana removiendo pasiones e instintos, ha quedado reducido a su mínima expresión, a 90 minutos sobre el césped para verlo por la tele (los más) o en el campo (los menos). Y lo que se viene no van a ser 90 minutos, sino 30 segundos, mandan los Millennials. El de esta mañana va a ser El Clásico más insulso de todos los tiempos, y no sólo por la peripatética fecha y hora elegidas por Javier Tebas, el sempiterno cabreado. Saben quienes me siguen desde hace tiempo que a mí los Madrid-Barça me atraen lo mismo que un bocadillo de alcachofas: nada. Jamás he entrado en el jueguecito político porque el procés, sencillamente, nunca me ha importado y en lo deportivo ese equipo, hasta que llegó Rijkaard (y no Guardiola), no era nada más que un equipo que ganaba Ligas porque los rivales fallaban el último día.

Llevo toda la semana entre aperitivos, comidas y cenas de trabajo, que la cosa navideña es así. Apenas en dos, la comida de la Prensa del Real Madrid y un aperitivo ayer, alguien me ha hablado de El Clásico. Hasta hace nada, antes de un partido así, muchos se me acercaban desde casi dos meses antes preguntando si sabía cómo conseguir entradas. Ahora nadie. Las tertulias de sobremesa, en cualquier reunión, giraban sobre el partido. Ahora ninguna, salvo quizás una frase suelta. Hace años, los jugadores salían a rueda de Prensa en los días previos para calentar el espectáculo, para dotarle de pasión. Ahora ninguno, ¿saes?

Han olvidado que la pasión es el motor fundamental del fútbol. Bridgewater, en su libro Football Brands publicado en 2010, revisó los orígenes de la lealtad al fútbol y trazó la evolución desde la afinidad local y la pertenencia comunitaria en los primeros días a las tribus urbanas modernas. Siempre son grupos con intereses compartidos. La distracción de los problemas cotidianos y el sentido de pertenencia a una comunidad se identifican como parte del valor para el seguidor, aunque la tribu ya no está limitada ni definida por la geografía. Todo eso ya en 2010 era el pilar fundamental sobre el que sostener este deporte. El producto del fútbol se vincula a las propiedades emocionales, algo muy significativo al analizar los sectores del mercado y las alianzas comerciales que refuerzan mutuamente los «valores de vinculación» de cualquier equipo deportivo. Hoy, la «alianza» con los aficionados, los que dotamos de valor a este deporte, no existe. Ellos sabrán por qué han decidido suicidarse, arrebatándole cualquier atisbo de pasión a un partido, sea un Clásico o no lo sea.

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Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.