No importa que regrese de lesión (aunque jugara unos minutos la pasada jornada, en la que fue fuertemente pitado) la presión del Santiago Bernabéu sigue asfixiando a Karim Benzemá, que haga lo que haga, escucha tímidos -y no tan tímidos- pitidos. Sin embargo, esta vez esta situación le sirvió para sacar algo positivo: un gol que celebró con algo más de rabia a la que nos tiene acostumbrados.
El francés, algo alejado de su apatía tradicional, demostró estar bastante rápido y trabajó más la presión de a lo que nos tiene acostumbrados. A ojos del Bernabéu, que aplaude siempre la carrera: no fue suficiente aunque entendiera el claro mensaje que le mandaba la afición.
Pero Benzemá no había dicho su última palabra, y parecía tener claro saber cuál era su antídoto para dar la vuelta a la problemática: anotar gol. Una solución aplicable para sí mismo, y para el equipo, pero que no fue suficiente para devolver a la comunión entre el Real Madrid y sus aficionados. Al menos sirvió para que se ganara el perdón, aunque con el cabreo del templo blanco, de poco le sirvió.