La contracrónica: Humillación

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Tras el 1 a 3 en Butarque quería hablar de fútbol. Me apetecía decir lo mucho que me quiero a mis niños, Marco y Lucas, e incluso engañarme a mí mismo y decir que hay Liga, que España va bien, que la independencia de Catalunya es viable o que me ganaré la vida como periodista. Tonterías varias, ¡vaya! Pero no. Nada de nada. Zidane ha decidido, a diez segundos del final, hundir a Dani Ceballos definitivamente. Y me toca las narices. Mucho.

De verdad, no se entiende. Zidane, con más experiencia sobre los terrenos de juego que nadie, manda a calentar al de Utrera en el minuto 50 de partido. En ese momento, que Ceballos iba a intentar tirar algún caño a algún jugador del Leganés, era más que evidente. Sin embargo, una cruzada de cables del entrenador ha hecho que a Ceballos no le quedaran fuerzas ni para pelar la última pipa de su bolsa. Su cara antes de saltar al césped era de tristeza absoluta, de decepción. Rezando, muy probablemente, para que no pitara el final antes de que pusiera un pie dentro del terreno de juego, lo que hubiera avivado todavía más las burlas del mundo del fútbol. Por eso no entiendo a Zidane. Porque él ha sido jugador. Porque eso no se hace, carajo.

Hace tres días, el pobre Daniel volvía a su casa con los suyos. Y digo «los suyos» porque sigue queriendo al Betis y a su afición como nadie. Por mucho que cuatro descerebrados no entiendan que cuando te llama el Madrid, se para el mundo. Es muy difícil pensar en las raíces cuando te están ofreciendo el cielo. Así que aceptó el reto. El más complicado de su carrera. Sin embargo, «los suyos» le escupieron en la cara metafóricamente por ello. Se rieron de él. Y hoy, con esa hostilidad e incomodidad todavía rondando su cabeza, ve como es su entrenador quien se parte el pecho y le hunde del todo.

Repito, quería hablar de fútbol, pero me ha sido imposible. Más que nada porque veo que una de las mayores perlas que tenemos en la plantilla, está siendo humedecida en estiércol continuamente. Quizás no entrena bien. Quizás es fiestero. Pero seguro, seguro, seguro, que no se merece esto. A ver si le pide perdón poniéndolo de titular ante el Alavés. Lo dudo. ¡Aguanta, Dani!

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Mientras intentas descubrir algo más sobre mí en estas líneas yo me ando paseando por algún lugar de Barcelona con el escudo del Real Madrid en el pecho. Desconozco si soy un valiente o un imbécil, pero me excita. Son tantos los que me miran mal como los que empatizan conmigo. Así que si algún día desaparezco que sepáis que o me han matado a palos o a besos. Y si eso ocurre… ¡Que nos quiten lo escrito y leído por aquí! Eso sí, ¿hablaréis bien de mí, no? ¡Más os vale!