-publicidad-

El Real Madrid es un tigre de bengala. En la humareda de la pirotecnia de los ultras parisinos, el doce veces campeón de Europa sacó la piel de campeón para, sin apuros, sin estridencias, sin necesidad de nervios o de sobreesfuerzos, pegarle un tortazo a los clubes estado en los morros. 1-2 para descuartizar, otra vez, al PSG. Esta vez con más autoridad que en la vuelta. Cristiano Ronaldo abrió la lata a centro de un magnífico Lucas Vázquez y Casemiro, autor de un partido en el que fue más fácil confundirle con un batallón de tanques que con un futbolista, abrochó el segundo. París es tierra quemada.

Se esperaba un ambiente infernal y un adversario abrasador, pero eso al Madrid no le achanta, ni mucho menos. Y si encima todo es fanfarria pero no hay nada de realidad, mejor que mejor. Zidane reservó a los renqueantes Kroos y Modric y se guardó las balas de Bale e Isco en el banquillo por si la cosa se torcía para vestir al Madrid en un cómodo 4-4-2, con superioridad en el centro ante el trivote Verratti-Motta-Rabiot. Como el PSG no encontraba salida más que por el último del trío, la cosa fue extraordinariamente tranquila para los blancos.

El primer acto fue una partida de ajedrez en la que Emery se quedó sin peones, la defensa blanca se merendó a sus caballos y alfiles, la reina Di María andaba más tiempo enrocándose que buscando el jaque y el rey Neymar estaba en Palacio viendo el partido por la tele con la pata en alto. El PSG, que se jugaba la vida, se estrellaba una y otra vez contra un Casemiro que en cuanto huele fases de eliminatorias de la Champions se transforma en un dragón de mil cabezas. El tío es infranqueable, y no hay más.

Tuvo el Madrid un par de buenas ocasiones antes del descanso, pero tampoco es que ofensivamente el equipo estuviera para tirar cohetes, sobre todo porque Asensio y Marcelo anduvieron perdidísimos, y Kovacic no ayudaba mucho en tareas ofensivas. Tampoco le hacía falta a los blancos, porque el control del partido era total y absoluto. No pareció así el arranque de la segunda mitad: el equipo salió atontadilo y Rabiot comenzó a encontrar espacios por el centro. O eso parecía. Porque Asensio recuperó un balón suelto, le dio el tiempo que necesitaba a la jugada, le entregó el esférico de manera sobresaliente a Lucas Vázquez y apareció Cristiano Ronaldo para hacer el 0-1, un gol que sonó como un sopapo en el culete de un niño en medio del estruendo del Parque de los Príncipes.

Verratti se autoexpulsó poco después, el italiano es el claro ejemplo de jugador que prometía mucho pero al quedarse anquilosado en el PSG tanto tiempo no pasa de ser una medianía, y ahí se acabó el partido, porque los de Emery bajaron tanto los brazos que se podían rascar los tobillos sin doblar las rodillas. Lucas Vázquez, que hizo un partidazo en las dos fases del juego, cobró un enorme protagonismo mientras Benzema, ay Benzema, puso la rúbrica a un estrepitoso error en el remate en el primer tiempo con otro casi peor en el segundo: gafe en francés se pronuncia con K, de Karim.

Marcó Cavani sin querer en un rebote, más o menos como le pasó a Cristiano en la ida de la eliminatoria, y eso hizo creer a algunos que la remontada era posible. Pero no. El Madrid fue infinitamente superior en todo al PSG, mientras Emery y su método ganador firmaban electrónicamente sus billetes de vuelta a casa con el gol de rebote de Casemiro que certificaba el 1-2 y el pase del campeón de Europa a los cuartos. El tigre de bengala, el que siempre parece extinguido pero que no hace sino devorar presas como quien come conguitos.

Compartir
Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.