La contracrónica: Rarezas

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Hoy no era día de fantasías. A pocos atardeceres de bailar en Turín, tocaba ganar y punto. Y hacerlo por eso de honrar la camiseta, no por nada más. Esta Liga es como la película Avatar, dura demasiado para lo que es.

Seamos sinceros, no somos más que unos títeres manejados por un Barcelona que no sabe si ganar la competición antes de que vayamos a su casa para que les hagamos el pasillo o dejar los deberes por hacer hasta que vayamos al Camp Nou, así intentan levantar el título con nosotros delante si nos ganan. Pueden elegir y lo harán. Es más, el fin de semana que viene quieren que ganemos al Atlético de Madrid para que lo tengan todo de cara. El cazador cazado. El chulo con el rabo entre las piernas. El campeón con la medalla de bronce. La plata es de pobres, supongo.

Estadio de Gran Canaria, escenario de rarezas. Benzema capitán, Vallejo titular y Theo de rubio platino. El francés ha vuelto a desquiciar por su falta de hambre, pero también ha superado con su gol de penalti a Paco Gento. Él se lo merece, pero creo que la historia del Madrid no. Perdonadme, pero mi abuelo me habla de Gento con una pasión que yo jamás podré transmitir si a algún nieto mío le da por preguntarme:»¡Yayo! ¿Quién era ese tal Benzema?». Como madridista que soy he celebrado todos y cada uno de sus goles, pero tengo la sensación de que cualquier otro delantero -con el mismo número de partidos y con la mitad de amor y confianza recibidos- hubiera firmado los mismos números. Le llegué a querer, pero se me acabó el amor.

Las rarezas gustan y más si son con Vallejo de por medio. Es maño -no brasileño-, feo, lleva el pelo como un señor mayor y tiene el ruido mediático puesto en mute. Pero como todas esas bobadas que he dicho no deben -o no deberían- importar, veo en él al Nacho que comenzó en el Madrid. Siempre que sale, cumple. Y eso es garantía absoluta en una plantilla de 24 jugadores en las que siempre hay agujeros que tapar.

Por desgracia, no podemos decir lo mismo de Theo, «el caso de la Rubia Platino». En algún grupo de WhatsApp de esos que tenemos los madridistas con muchas Copas de Europa en el título, ya leo mensajes del tipo: «Si las rubias son tontas, los rubios no iban a ser menos». Así que, una vez más, ha llamado la atención su pelo, no su fútbol.  Algo que se ha ido repitiendo partido tras partido esta temporada. En el vestuario del Madrid siempre hay un traje de miedo. Lo dejó Illarra y lo cogió Danilo. Lo dejó Danilo y lo cogió Theo. Tres grandísimos futbolistas, con condiciones para triunfar, a los que la camiseta del Real Madrid se les convierte en yeso cada vez que se la ponen. Ojalá logre quitarse esa presión. De lo contrario, tendrá que conformarse con vestir una no tan bonita como la nuestra dentro de no mucho tiempo.

Al lado de estos tres, otros dos han llamado la atención: Asensio y Bale. A Marco le gusta tanto la marcha que le cuesta brillar en escenarios fáciles, no le gusta la música que ponen. Y Gareth, con un pie y tres cuartos fuera del Madrid, sigue dejando detalles de lo que pudo haber sido y ni fue ni será. Pero, como siempre digo, con rarezas y nostalgias toca morir. Esta vez, en Turín. Entierro o bautizo. Muerte o nuevo coletazo. Apetece y mucho.

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Mientras intentas descubrir algo más sobre mí en estas líneas yo me ando paseando por algún lugar de Barcelona con el escudo del Real Madrid en el pecho. Desconozco si soy un valiente o un imbécil, pero me excita. Son tantos los que me miran mal como los que empatizan conmigo. Así que si algún día desaparezco que sepáis que o me han matado a palos o a besos. Y si eso ocurre… ¡Que nos quiten lo escrito y leído por aquí! Eso sí, ¿hablaréis bien de mí, no? ¡Más os vale!