FCB – RM: El alfiler en la gomilla

Barcelona y Real Madrid, que no se guardarán nada, disputan un Clásico marcado por todas las fiestas que tienen preparados los azulgrana. A los de Zidane sólo les queda pinchar todos los globitos, uno a uno

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Todo está preparado. El campeón de Liga y Copa, el Barcelona, celebrando su doblete ante el rival al que más odia, el mismo que el 26 de mayo jugará la final de la Copa de Europa. Mensajes mediáticos acerca de no sé qué gaitas de homenajes a un tío que sólo jugó en uno de esos dos equipos. Unos que pueden acabar la temporada liguera invictos. Un equipo completamente desnortado que ha tomado como suyo el papanatismo y el fanatismo azulgrana y se negará a hacerle pasillo al recién proclamado campeón, perdiendo precisamente una de las cosas que distinguen a ese club de (casi todos) los demás: su educación. Al madridismo peleón y no tragasables, que aún queda, sólo le importa una cosa ante tal panorama esta noche (20:45, Movistar Partidazo), cuando el Clásico comience: que los de blanco lleven un alfiler en la gomilla del pantalón y pinchen todos los globos de la fiesta, pim, pam, pum. Y el suelo acabe de trozos de plástico de colores mientras los que mejor se lo pasaron en la fiesta toman un avión de vuelta a casa.

Es el día perfecto, sí. El día para dejar al niño mimado llorando desconsolado porque el golfo de la clase le ha fastidiado la fiesta, ya lo decía Eloy Lecina ayer, y se ha comido todos los sándwiches de fuagrás de la merendola. Si hay un día para ganar un partido, es éste, hoy, en el Camp Nou, porque el deporte son pequeñas venganzas que pasan a diario y hoy es el día para vengarse de no haber olido siquiera un asa de la Liga durante toda la temporada. Claro, que los de enfrente se han quedado compuestos y sin Champions, y querrán también tomarse cumplida venganza de no haber podido estar entre los cuatro primeros equipos de Europa derrotando al actual bicampeón continental, y quién sabe si tricampeón.

Pensar que un Barcelona-Real Madrid no tiene nada en juego es no saber de qué va esto. Quizas sea el Clásico, ya saben que aborrezco la palabreja, más importante de los últimos años. Una victoria local provocará un descrédito terrible hacia los visitantes, que encima verán como las teorías conspiranoicas cobran más fuerza. El triunfo de los capitalinos, en cambio, servirá para echar un par de tazas de café sobre la impoluta camisa de los domingos (por aquello de la Liga) de los que ya son campeones, y mandarles con dos palmaditas para la tintorería y le susurra al oído «vuelva a intentarlo el año que viene».

No parece que ninguno de los dos equipos vaya a guardarse nada, el Barcelona sólo con la duda del tocado Iniesta y el Real Madrid con Varane entre algodones y con el runrún de que la BBC puede volver a ser alineada de inicio (la baja de Isco y el cansancio bayeriano de Lucas Vázquez lo permiten) quién sabe si por última vez. Es un Barça-Madrid, sin pasillo, con muchas cosas que unos quieren celebrar a costa de reírse en la cara de su más encarnizado rival. Aún queda el recurso del alfiler…