El tonto, el feo y el guapo

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No son fachadas, sino estados mentales. En esta vida nos encontramos ante diferentes situaciones y somos nosotros quienes elegimos qué papel vamos a jugar; si seremos tontos, feos o guapos. El autopasillo del Barcelona ha sido una de las mayores tontunas que recuerdo en los últimos años. Idea de Piqué, ¡cómo no!, quien comenzó en esto de las bromas con un «¡Contigo empezó todo!» acertadísimo, muy bien tirado. Pero últimamente sus chistes son como los del cuñado en Navidad: ni puñetera gracia. Así que, ¡manos a la obra!, definamos los tres papeles. Comencemos por el último.

El guapo es guapo. Así de claro. Genera envidias hasta tal punto que le llaman feo o, los que tienen más morro todavía, dicen eso de «¡pues a mí no me gusta!». Repito, el guapo es guapo. Cumple una serie de patrones físicos y psíquicos que le colocan en ese estatus. El mayor reconocimiento para ellos es que le digan que no lo es. Esa es la prueba definitiva. En el mundo del fútbol, actualmente, el Madrid juega ese papel. Genera envidias, le llaman feo a pesar de hincharse a levantar ‘Copasduropa’ y a la gente no le gusta porque -dicen- roba mucho y muchas veces.

El feo es feísimo. En este caso, no por patrones, sino por actitud. El feo siempre intenta creerse guapo pese a su situación de desventaja. Actúa esperando que los demás le reconozcan constantemente. Es más, cuando consigue arreglarse y -esta vez sí- sale de casa resultón, necesita que alguien se lo diga para corroborar que su fachada merece un piropo. Así pues, es feo y también pesado. En el mundo del fútbol, actualmente, el Barcelona juega ese papel. Es más guapo de lo que él mismo cree, sus títulos así lo avalan, pero necesita encarecidamente que todos le regalen los oídos. El culé, que dice tener muy claro que Messi es mejor que Cristiano, pregunta mil veces al madridista eso de «para ti, ¿quién es el mejor?». El culé, que ha ganado una liga sin perder ningún partido, necesita que unos muchachos de blanco le hagan un pasillo para ser feliz.

El tonto es el más ‘ísimo’ de todos. Si el feo trata de parecer lo que no es e intenta -aunque sea un rato largo- que no se le vea el plumero, el tonto no. El tonto ha llegado al mundo para que lo vean. El tonto, incluso, pide bofetones. El tonto, en el mundo del fútbol, es Piqué. Tonto, bufón o graciosillo, que no quiero herir ninguna hipersensibilidad. El futuro presidente del Barcelona, que se lo ha ganado a pulso, demostró que hay algo peor que la fealdad en el mundo del fútbol, que es la tontuna. Como buen feo que es, esperaba en el Clásico un reconocimiento por parte del Madrid para salir convencido de allí. Ahora bien, solo un tonto no lo obtiene y -como solución- decide llevar a cabo una autofelación.

No soy ningún moralista y mucho menos he venido a este mundo a dar lecciones a nadie, que quede claro. Sin embargo, el afán de protagonismo que demostró la plantilla del Barcelona me sorprendió hasta a mí. Se creen dioses. Tuvieron una oportunidad maravillosa para que, delante de su público, fueran los jugadores los que les rindieran un sentido homenaje a los componentes del staff técnico, ya que ellos también han ganado la Liga. De esa forma, utilleros, masajistas, médicos, miembros de Prensa que viajan con el equipo y tipos del cuerpo técnico que no son Valverde, recibieran un homenaje precioso por parte de los jugadores. Pero no, les tocó ser títeres, esclavos. Un «como el rival no me hace el pasillo, me lo vais a hacer vosotros, muertos de hambre» de manual.

Ahora es el momento de que me llaméis demagogo o me digáis muchas cosas malsonantes juntas. De hecho, me va a venir bien para poder determinar si esos insultos son de guapos, feos o tontos. Y no os preocupéis, que si alguien quiere o necesita un pasillo, yo se lo hago. Sed felices, carajo.

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Mientras intentas descubrir algo más sobre mí en estas líneas yo me ando paseando por algún lugar de Barcelona con el escudo del Real Madrid en el pecho. Desconozco si soy un valiente o un imbécil, pero me excita. Son tantos los que me miran mal como los que empatizan conmigo. Así que si algún día desaparezco que sepáis que o me han matado a palos o a besos. Y si eso ocurre… ¡Que nos quiten lo escrito y leído por aquí! Eso sí, ¿hablaréis bien de mí, no? ¡Más os vale!

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