ESP – RUS: El Día D

Koke junto a Busquets e Iniesta y Rodrigo por Diego Costa, apuestas de Hierro para que España supere a un anfitrión por primera vez en un Mundial y alcance así los cuartos de final

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Es el momento, el instante en el que los jugadores y el cuerpo técnico de la selección española tienen que decidir si son leones o huevones. El Día D. España se enfrenta a Rusia (16:00, Telecinco) sin saber muy bien si es carne o pescado, si es cuchillo o tenedor, si es navaja o alfiler. Lo único que sabe es que a partir de esta sobremesa si se pone a hacer el tonto, lo que ha hecho durante muchas fases de este Mundial, se vuelve a casa y este proyecto se acabó, porque la mayoría de la selección disputa su última cita mundialista. Hoy es el día, sí.

Con Koke junto a Busquets e Iniesta en el medio, como sucedió contra Portugal, el único partido de la primera fase en el que España dejó algún atisbo de lo que se le presupone, la sala de máquinas de Hierro parece que estará mejor engrasada, aunque sigue abusando del de Fuentealbilla, en un nivel muy por debajo de lo que suele dar. En cambio, ayer el seleccionador español probó a Rodrigo como titular, en detrimento de Diego Costa. Parece que Hierro prefiere un delantero móvil ante las torres rusas debido a su falta de movilidad en desplazamientos laterales. Sea como fuere, se agradece que intente cosas, o al menos que las ensaye.

No hay tiempo para más tonterías, así que España deberá recuperar su mejor versión si quiere quedarse alguna semana más por Rusia. El portero y la defensa deberán plantearse si les merece la pena seguir siendo transparentes (España ha recibido siete disparos en el torneo, cinco goles encajados, un larguero y una parada) y el centro del campo tendrá que empezar a encontrarse y, sobre todo, debería empezar a pensar en el bien del equipo y sacrificarse en tareas defensivas para impedir que cualquier rival te reviente en las transiciones defensivas. Por ahí vienen los males de España.

Enfrente estará una Rusia que, sinceramente, tampoco es que dé demasiado miedo, más allá de la verticalidad de Cheryshev, de la corpulencia de Dzyuba y de la inmensa clase, aunque muy irregular, de Golovin. Nunca jamás derrotó España a un anfitrión en un Mundial, pero conviene no engañarse: tal y como están las cosas, hasta empatando el partido y luego apuntillando en los penaltis le valdría a esta España para recuperar algo de la confianza perdida.