RM 0 – 3 FCB: Sin huevos no hay tortilla

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Están de vuelta de todo, y puede ser hasta comprensible porque ganar tres Copas de Europa de corrido pueden provocar hastío y sensación de estómago lleno. Pero si los jugadores del Real Madrid, o al menos una mayoría de ellos, están saciados, la directiva está precisamente para evitarlo. Y los aficionados, para recordarles que esto es el Real Madrid y que aquí no se rinde nadie. Los de Solari intentaron hacer una tortilla con el Barcelona para plantarse en la final de Copa, pero olvidaron los huevos: sal y pimienta, y una sartén. Pero sin huevos, sin goles. Y los de Valverde se dieron un festín (0-3) en cuanto acertaron la primera, que no fue hasta la segunda parte.

El Real Madrid es un equipo avejentado, y se le nota en un centro del campo que otrora lucía esplendoroso y hoy es un jardín sin regar en agosto. Modric y Kroos, y estamos ya a final de febrero, están en otras cosas, a un nivel paupérrimo comparado con lo que fueron antaño. Al principio la excusa fue el Mundial, luego el preparador físico de Lopetegui, después que si la pretemporada de Pintus… Pero nada. No hay pulso. Como la sala de máquinas no funciona, Solari tiene que blindar al equipo con Lucas y con Reguilón, cantera y orgullo, además de darle vuelo a un Vinicius que es la única buena noticia del año. El resto es para olvidar.

El Madrid no jugó mal, pero tampoco bien. El Barça jugó bastante mal, con Messi absolutamente desaparecido y andarín, porque no se dio una mala carrera en todo el partido. Y con todo y con esas, los de Solari se llevaron un revolcón de campeonato. En un partido eminentemente posicional, el Madrid jugó a conservar el 1-1 de la ida en el inicio, y el plan de Valverde era llegar con la eliminatoria abierta al final para intentar clasificarse, el Madrid acabó el primer tiempo como un cohete, presionando arriba y aprovechando las miserias defensivas de Semedo y Lenglet, dos tipos de un nivel bajísimo. Vinicius le puso toda la pimienta al partido, un avión por todas partes del mundo, mientras Carvajal, Reguilón y Lucas Vázquez le ponían la sal a todo aquello en lo que intervenían. Estaban en todas, con más o menos acierto pero derrochando entrega y honrando el escudo.

Lo malo es que Vinicius hace todo bien menos decidir en los metros finales, donde sufre una especie de Juliosalinización cuando para llegar hasta ahí es Gento. A sus centros les falta siempre un gramo de fuerza, o les sobra. A sus remates francos les sobra altura, o corpachones rivales por medio. Lo malo es que Vinicius está empezando a aturullarse porque el muro de los metros finales ya no sólo se ve desde fuera, sino que él mismo se ha dado cuenta. Eso le hace estar más ansioso aún y las jugadas acaban aún más embarulladas, en un ciclo sin fin.

No lo duden: Vinicius va para ser algo muy grande si consigue centrarse, no es cuestión de entrenar (que también, no me vayan a malinterpretar) sino de serenarse cuando las persianas se cierran. Pero a Vinicius le falta lo que sí tiene Luis Suárez: que huele sangre y se la hace encebollada. Dos goles, casi tres porque otro se lo metió Varane en propia meta, en las dos únicas ocasiones del Barcelona en todo el partido. No hubo más que esas, pero él las emboca y el Madrid no tiene quien la enchufe. Ni quien la enchife ni quien ponga el ingrediente principal para la tortilla. Adiós, Copa, adiós otro año más.