VAL 2 – 1 RM: El día de la marmota roja

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No hace falta que sea en Punxsutawney, ni tampoco hay que estar demasiado pendiente de los movimientos del bichejo durante un día determinado. El Real Madrid vive sumido en un interminable día de la marmota, en el que casi todo acaba siempre igual: con un revolcón. Decimoquinta derrota de los blancos, esta vez de rojo espanto, de la temporada, inapelable, ante el Valencia (2-1), en un encuentro en el que se diluyó el efecto Zidane, dos partidos ha durado. En cuanto llegó el primer hueso, batacazo. Temporada 2018-2019, sin maquillaje.

Da igual quién sea el entrenador del Real Madrid. Cuando llega un partido ante un rival más o menos serio, el once viene a ser más o menos el mismo, con la salvedad de que unos apuestan por Isco y otros no. Zidane no lo hizo, y tampoco metió a Bale: prefirió a Lucas Vázquez y Asensio. Daba igual. A este Madrid no lo arreglan ni Pelé, Maradona y Gerd Müller, juntos. Está sumido en una depresión postraumática tan profunda que sería incapaz de ganarle una partida al parchís a un niño de tres años.

El Valencia no necesitó gran cosa para ganarle al Real Madrid. Ser más o menos ordenado, tener una chispa de suerte en sus errores en la salida de balón, acertar con un par de las cuatro o cinco ocasiones claras que tuvo y se acabó. El Madrid opone, como lleva haciendo todo el año, una especie de control absoluto del balón pero sin ninguna mordiente. A este equipo, da igual que sea con Lopetegui, Solari o Zidane, le hace falta con urgencia un frasco de Kukident, para que se le queden fijos los colmillos: no hay gol.

El Madrid, claro, está mal. O mejor dicho, está muy mal. Los altavoces oficiales de la directiva, empeñados en tapar que no hay cash para ir al mercado alegremente, siguen asegurando que hacen falta sólo un par de retoques para que la plantilla recupere su competitividad, pero hace falta más que eso. Porque no es sólo cosa de jugadores que están de vuelta, sino de actitud, de hambre, de ganas. El Madrid adolece de una falta de madridismo alarmante, en todos sus estamentos y también en el cemento de la tribuna, y curiosamente dos de los pocos que, con todos sus desaciertos (y esta temporada son muchos), siguen rebelándose contra la derrota, Marcelo y Lucas Vázquez, son fustigados mientras otros escapan de rositas.

Así que derrota. Merecida. Sin pulso. Sin ganas. Sin orgullo. Sin amor propio. Sin ganas de revertir la situación. Sin dejar la sensación de que poniendo un poquito más la cosa podria haber sido distinta. No. Otra derrota sin paliativos, como tantas otras esta temporada. Una temporada que está resultando una auténtica pesadilla, un día de la marmota protagonizado por Freddy Krueger. Nada que no se merezca la esperpéntica camiseta roja que le han colocado al otrora equipo blanco este año.

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Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.