UNI 1 – 3 RM: Las pistas las dejó Brahim

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Pasó lo que tenía que pasar, que pasó el Madrid ante Unionistas (1-3) en las Pistas del Helmántico. Pero también pasó que en el frío castellano, en el helado césped salmantino, quien mejores pistas dejó fue Brahim. El malagueño, escondido en el cuarto oscuro durante casi toda la temporada, volvió a demostrar que de los jóvenes del equipo es el que mejores sensaciones ofrece. Porque en todos los partidos, absolutamente en todos, deja cosas que hacen vislumbrar a un jugador de un potencial inmenso. En Salamanca, un gol, otro provocado, dos postes y todo ello en media horita. Más Brahim, por favor, Zidane.

El partido fue lo que se esperaba de una ronda temprana en este nuevo formato de Copa del Rey: un dolor de muelas. No tanto por la calidad del rival, sino por su entusiasmo, la algarabía de la hinchada, las dimensiones reducidas del estadio del adversario y, al tratarse de un partido en Salamanca en enero en pleno temporal invernal, un césped más duro que la rodilla de una cabra. Pero aún y así el Madrid cuajó un partido pulcro, sin demasiados sustos salvo los cinco minutillos en los que el adversario logró empatar el 0-1. Pero estaba Brahim, y eso resuelve muchas incógnitas.

Adelantó al Real Madrid Gareth Bale, casi en la primera llegada de peligro de los blancos. El partido fue a trompicones, mucho balón aéreo y poco juego elaborado, y en una de esas el galés aprovechó un rebote para marcar nosesabecuantotiempodespués. Para redondear su particular doblete, acabó marchándose en el segundo tiempo con molestias en la pierna izquierda: hay cosas que no cambian jamás: Gol, lesión, cambio. En este orden. Para colmo, no celebró absolutamente nada su gol, no se sabe si por respeto al rival (entones sus diez compañeros, alegres ellos, lo respetaron poco) o porque es un sieso y sieso va a seguir siendo toda su vida. Quién sabe.

Con Casemiro omnipresente, para el brasileño da igual un partido de fútbol playa con una panda de tiernos infantes o una final de Champions, el Madrid controlaba sin sobresaltos el partido, porque en el Unionistas solo Javi Navas creaba algo de problemas. Pero apareció en el partido el menudo Álvaro Romero y el sevillano (1,47 de estatura) espoleó a su equipo: el primer balón que tocó lo convirtió en un golazo tras error doble de Marcelo y Militao y el partido parecía complicarse.

Pero no iba a hacerlo. El Madrid tiene un diamante que se llama Brahim, ninguneado porque no viene con el herraje de la cuadra Calafat. Primero provocó un gol en propia meta de Góngora, aunque remató él; luego se tropezó con el poste derecho de Brais con un gran zapatazo desde fuera del área; más tarde, con la madera izquierda en remate con la zurda desviado por la uña de un defensor; y para acabar su exhibición, golazo en el alargue para sellar el pase a octavos de final. Brahim necesita minutos, muchos más de los que le dan, y en Salamanca volvió a dejar pistas.

 

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Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.