Cibeles Shore

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Tengo que confesarlo: me dan un asco tremendo las celebraciones en Cibeles. Pero asco con todas las letras, las cuatro. No lo soporto. Hace ya muchísimos años que decidí no volver a una celebración en Cibeles (desde la de la Séptima, en 1998), pero es que ya hace unos cuantos años que me da el mismo asco seguir por televisión el momento. Tanto jugadores como una parte de los aficionados que allí acuden, totalmente enajenados y fuera de sí, me provocan vergüenza ajena, así que prefiero, cada vez que termina un partido en el que se consigue un título, apagar la tele o marcharme del campo, irme con los míos, celebrarlo tomándonos una copa y a casa.

El tener que ver a los jugadores borrachos como cubas me resulta asqueroso: realmente lo que me resulta asqueroso es ver a cualquiera borracho, pero encima que lo retransmitan por televisión, haciendo ver que mazarse hasta las patas cuando se consigue un éxito es la normalidad, es algo para que cierren todo canal de televisión que acepta retransmitir eso. Que una parte de los que están en la calle pretendan igualar la melopea de los que se van a subir a visitar a la Diosa es dantesco. Luego esos que retransmiten esos momentos no dudan en hacerse los dignos y soltar aquello de «hay que hablar de fútbol, lo que no es fútbol no interesa», pero luego forman parte y consumen ese subproducto como si fuera el capítulo más importante de un reality sobre borrachos llamado Cibeles Shore. Conmigo, desde luego, que no cuenten. Cibeles me da asco. Igual que Canaletas, Neptuno o lo que se tercie. Asco.

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Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.