Dos parches y un mismo destino

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Hoy es uno de esos días en los que antes de despojarme de la secreción del lagrimal que se seca en la comisura de mis ojos e ir al salón de mi casa a dar los buenos días a mi familia, me arrancaría el parche de campeones del mundo del pecho. Quizás soy una persona demasiado dada a la mística, obsesionada en buscar razones donde no las hay. Pero, repito, de cuajo. Este Madrid asusta tanto o más que el de Ancelotti. Además, viene por el mismo sendero siguiendo las migas de pan que ‘PulgarChicharito’ dejó en su día y la duda es si será tan torpe de tropezarse, otra vez, con ese escudo dorado ‘made in Japan’. Los Marcelo, Modrić, Bale, Pepe y Carvajal ya lo han hecho. El colmo es que los médicos en lugar de firmar en sus escayolas con un «¡Abrazos fogosos!» o «¡Besos húmedos!» lo hacen con un «Pendiente de evolución».

Esa insignia que llevamos nimbando nuestros pezones en la pechera es lo más parecido que he visto en mi vida a un parche de nicotina. Uno es usado para el tratamiento de adicción al tabaco como terapia de reemplazo de nicotina y el otro es un sedante que actúa como aniquilador de cualquier espíritu conquistador. Es, en términos coloquiales, un «¡Cállate pesado!, que ya eres oficialmente el mejor de este maldito mundo».

El problema es que, si bien el de nicotina sirve para suplir las ganas de fumarse un cigarro, el nuestro, el de los plastas, suple las ganas de fumarse a los rivales. Debe tener unos efectos secundarios tan fuertes que hacen que, de la noche a la mañana, un equipo que llevaba en la sangre la victoria deje de ser esa máquina de vencer y se convierta en ese ex fumador de un par de días que está deprimido por la falta de alquitrán.

Es evidente que afrontar una remontada en Vigo con depresión es apostar al cero en la ruleta. Posibilidades de salir a hombros tienes siempre, pero quizás estás jugando demasiado temprano a ser Dios y la palmas a las primeras de cambio. Así que yo optaría por la opción fácil: a tomar viento el maldito parche y, si hacemos nuestro trabajo, tenemos permiso para fumarnos el cigarrito de después y… ¡A la mierda el tratamiento!

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Mientras intentas descubrir algo más sobre mí en estas líneas yo me ando paseando por algún lugar de Barcelona con el escudo del Real Madrid en el pecho. Desconozco si soy un valiente o un imbécil, pero me excita. Son tantos los que me miran mal como los que empatizan conmigo. Así que si algún día desaparezco que sepáis que o me han matado a palos o a besos. Y si eso ocurre… ¡Que nos quiten lo escrito y leído por aquí! Eso sí, ¿hablaréis bien de mí, no? ¡Más os vale!