El tal Míchel

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Conocí al tal Míchel personalmente en el verano de 1997. Para mí, en aquella época un simple becario (perdón, stagier, que está de moda el cosmopaletismo), tener la oportunidad de intercambiar cuatro palabras con uno de mis mayores ídolos futbolísticos fue casi un terremoto. El tal Míchel que ahora algunos desprecian era un centrocampista que promedió 12-15 goles y 10-15 asistencias por temporada durante su etapa madridista. Un extraordinario futbolista, rebosante de ADN madridista (que se lo pregunten a Hugo Galler en Eindhoven, por ejemplo), al que solo un tal Paolo Maldini supo y pudo frenar. Poder ver jugar en directo siempre al tal Míchel fue una de las causas de que me decidiera a dar el paso para hacerme socio del Madrid y pudiera dejar de colarme en el Bernabéu. Tras dos años en lista de espera, en 1986, en plena efervescencia de La Quinta, logré al fin tener mi carnet, y pude presenciar en vivo partidos del tal Míchel unas temporadas más.

Por esas cosas de la vida, resulta que el Real Madrid se juega la Liga este domingo en La Rosaleda ante el Málaga entrenado por el tal Míchel. Y que nadie tenga la menor duda de que es el peor rival que nos podía tocar. Porque el tal Míchel que estará sentado en el banquillo del equipo albiceleste es un señor que, desde que tenía trece años e ingresó en La Fábrica, fue entrenado para hacer una cosa: ganar. Ganar y ganar. Ganar, ganar y ganar. Ganar a todo, cualquier día, a cualquier hora, con sol o lloviendo, en un amistoso o en la final de un Mundial. Ganar a un desconocido, pero también a su madre, a sus hijos y por supuesto a su equipo del alma. Y eso es lo que hará el tal Míchel el domingo: saldrá a morir para ganar el partido ante el Madrid. Como ha hecho siempre. Como seguirá haciendo mientras le dejen un equipo.

El tal Míchel sabe además una cosa, porque la vivió en primera persona. El tal Míchel perdió las Ligas contra el Tenerife de Valdano, ex compañero suyo. Y vio cómo esas dos victorias le abrieron las puertas del banquillo del primer equipo. El tal Míchel sabe que el tren que pasa por su puerta el domingo es una oportunidad extraordinaria de poder volver a entrar en las quinielas de cara a futuro. Esto no es una cuestión de primas. Es una cuestión de honor, de dignidad. Y para un madridista lo más grande que hay en el mundo es ser capaz de ganarle al Real Madrid, a lo que sea. Dudar del tal Míchel es dudar de un sentimiento: el madridista. Por eso no tener claro que el tal Míchel va a ir con todo a ganarnos el domingo es de una miseria moral terrible: a ellos les educaron en otros valores. No lo pueden entender.

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Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.