La contracrónica: Mal, todo mal

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Mal, todo mal. El Real Madrid llevaba 73 partidos oficiales marcando, pero arrastraba ya varios en los que las sensaciones -a pesar de levantar el culo del asiento para celebrar que el balón en algún momento aislado entraba en la red- eran horribles. Y no solo por la falta de gol, sino por la ausencia de un método correcto para buscarlo y encontrarlo. Ni soy Zidane ni voy a jugar a serlo, pero como simple espectador y aficionado, repito: mal, todo mal.

Tres partidos en el Santiago Bernabéu: dos empates y una derrota. Así estamos. Como ese chavalín de 22 años que en casa ante los que de verdad le quieren solo frunce el ceño y cuando se libera de sus cuatro paredes, rodeado de «gentuza» que son mala influencia para él, todo son sonrisas. Sonrisas en Riazor. Sonrisas en Anoeta. Pero en casa, caras largas, morros. Quiero pensar que es casualidad, coincidencia. Que nos ha salido, este comienzo de temporada, el niño tonto.

Sin embargo, como el tonto seguro que yo no soy, sé de sobras que no es casualidad. Los de mi querido ‘Sisú’ -y muy querido, además- han saltado al campo con los fantasmas de Valencia y Levante. Y es lógico. Lo que me enrabieta es que los jugadores (y también el entrenador) no sean capaces, a estas alturas ya, de espantar a esos dichosos espíritus malignos y jugar bien al fútbol. 78 llegadas del Real Madrid al área del Betis y todas han muerto de la misma forma, con un balón centrado desde la banda que no pedía remates, sino auxilio.

No sé si es demasiado pronto para alarmarse o demasiado tarde para no estarlo ya. Pero sí, voy a seguir dando el coñazo con lo mismo: mal, todo mal. Dicen que las Ligas se ganan en las últimas diez jornadas, pero que se pueden perder en las diez primeras. Si esta afirmación no es cierta o no lo era, el Real Madrid todavía no ha dicho la última palabra. Así que atentos, que quizás pronto -demasiado pronto- dicta sentencia.

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Mientras intentas descubrir algo más sobre mí en estas líneas yo me ando paseando por algún lugar de Barcelona con el escudo del Real Madrid en el pecho. Desconozco si soy un valiente o un imbécil, pero me excita. Son tantos los que me miran mal como los que empatizan conmigo. Así que si algún día desaparezco que sepáis que o me han matado a palos o a besos. Y si eso ocurre… ¡Que nos quiten lo escrito y leído por aquí! Eso sí, ¿hablaréis bien de mí, no? ¡Más os vale!