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Decidió la mano inocente de Xabi Alonso, tome usted la tercera salida. Dirección París. Porque será el PSG el rival del Real Madrid en los octavos de final de esta Champions. Primero en el Bernabéu, el 14 de febrero, día de los enamorados, y luego en el Parque de los Príncipes, el 6 de marzo, Santa María de la Providencia. Del ligoteo a la clausura. Así lo  ha deparado la suerte.

El enfrentamiento es todo un choque de historia. El fútbol tradicional, el de finales del XIX y principios del XX, contra el fútbol moderno de finales del XX y principios del XXI. Como esto es mi opinión, puedo decirlo sin tapujos: el PSG representa absolutamente todo lo que detesto del fútbol. Un club sin historia (fue fundado el 12 de agosto de 1970, me saca exactamente 22 meses), con una afición ultraviolenta y politizada hasta el tuétano, con unos propietarios que siguen a rajatabla el axioma fan igual a cliente sin sentimientos y con los bolsillos llenos de rotos por los que se les escapa la talegada.

Para colmo de males, tienen a un impresentable por estrella, a un futbolista extraordinariamente vulgar que sólo sabe hacer regatitos para los highlights de las redes sociales y bailecitos instagrameros para que las chicas caigan rendidas a su stories, y con un grupo de aduladores a su lado que tocan las palmas sincronizadamente y que se dividen en dos bloques: los que quieren su dinero y/o llevárselo a la cama y los que cobran el impuesto revolucionario de la marca que le viste, la misma que está en el epicentro de todos los casos de corrupción futbolera en el país del que viene el futbolista. Sí, el PSG es absolutamente detestable. Y representa a la perfección todo lo que no es el deporte. En ese sentido, el fichaje de Neymar, un Robinho-wanna-be en feo, le va como la seda. Ganaremos, empataremos o perderemos, pero el PSG es absolutamente detestable.

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Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.