Guruceta: el hombre que modernizó el arbitraje

El colegiado donostiarra fue precursor en apartados vitales que acabaron propiciando que los árbitros se hicieran profesionales, pero su carrera estuvo marcada por un grave error en el Camp Nou

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Hace unos días, el pasado 25 de febrero, se cumplieron 31 años del partido de vuelta de la eliminatoria de Cuartos de Final de la Copa de Rey que emparejo a Osasuna y Real Madrid. A priori puede parecer una fecha un tanto extraña para rememorar, y más a toro pasado, pero vamos a usarla como excusa para recordar el partido de ida de esa eliminatoria donde, en las horas previas al mismo, fallecieron dos personas que iban a a saltar al césped de El Sadar aquella tarde-noche. De paso, recordaremos la figura de una de esas personas, protagonista de un gran escándalo que involucró al Real Madrid a mediados de 1970. Su nombre, José Emilio Guruceta Muro.

Estamos en la temporada 86-87, en concreto en octubre. Un Madrid líder visita Pamplona, escenario de duros y broncos partidos en esa década tanto en la grada como en el césped. Al poco de comenzar el partido, Gallego se acerca a la esquina del fondo sur y es alcanzado por un objeto. Se monta el típico remolino de jugadores, los osasunistas intentando aplacar a su hinchada mientras siguen volando objetos. Otro de ellos alcanza a Jorge Valdano. Casi cinco minutos con el partido parado fue el balance de los incidentes. En la reanudación, el Osasuna derrotó al Madrid por 1-0, cortando el liderato blanco justo antes del encuentro ante el Barça. La castaña que impacto en Gallego y el tornillo que hizo lo propio con Valdano trajo sus consecuencias: el comité de competición clausuró por un partido el estadio de El Sadar. El destierro lo jugaría en La Romareda ante el Murcia donde en las grada apareció una pancarta: «Real Madrid, aprende a perder». Desde Pamplona veían manos negras y presiones para que cerraran el estadio. Las teorías de la conspiración ya estaban a la orden del día.

El azar deparó que ésta no fuera la única visita madridista a El Sadar esa temporada. El bombo deparó que ambos se vieran en cuartos de final de la Copa del Rey, primero en Pamplona. Para el partido de ida, en febrero, la AFE designó a Juanito y Lecumberri para que hablaran con sus respectivas plantillas y bajaran el tono de algunas manifestaciones que se habían cruzado entre jugadores de ambos conjuntos. Por su parte, el presidente del Osasuna, Fermín Ezcurra, dio una rueda de prensa para anunciar que se doblaría el número habitual de guardias jurados y que se incrementaría la dotación policial en las puertas de acceso al campo para impedir la entrada de objetos que pudieran ser arrojados al césped.

Cuando todos esperaban el encuentro, la tragedia hizo acto de presencia la misma mañana del partido. El coche en el que viajaban el árbitro y los linieres designados para el partido se estrellaba en la A2, en la provincia de Huesca: José Emilio Guruceta y el linier Eduardo Vidal fallecían en el accidente. Desde la federación, no se sabe muy bien por qué y sin consultar a los clubes, que estaban dispuestos a no jugar, decidieron seguir adelante con el partido. Se avisó a otro árbitro, García de Loza, quien se negó a hacerlo, y finalmente se localizó a José Donato Pes Pérez, quien tuvo que arbitrar el partido pese a las trágicas circunstancias y que además, en un trágica carambola, había perdido a su madre apenas tres días antes. Su postura la dejo clara antes del partido: «Con un mínimo de independencia, este partido no se debería jugar. Pero los árbitros dependemos de de la Federación y a mí me han dicho que tengo que pitar, y pito».

El titular de la muerte de Guruceta.

A las 20:30 y con una aparente normalidad comenzaba el encuentro tras un minuto de silencio que se rompió con gritos de «Guruceta, Guruceta» y una ovación para el trencilla. En días posteriores, el Real Madrid se ofreció para jugar un partido amistoso para recaudar dinero en beneficio de las familias de los fallecidos. Dicho partido acabaría jugandose en agosto de ese mismo año. Es curioso que no era la primera vez que un partido del Real Madrid sufría una baja inesperada y trágica de unos de los participantes en el mismo. En abril de 1968, un Barcelona-Real Madrid se suspendió por el fallecimiento del azulgrana Benítez debido a una intoxicación alimentaria.

Sin embargo, el luto no llevo la tranquilidad a la grada y nuevamente los jugadores madridistas fueron blanco de las iras de una parte del público. Mediada la primera parte se tuvo que parar el partido debido al lanzamiento de objetos contra la portería defendida por Paco Buyo, quien finalmente fue alcanzado por uno de ellos. Míchel y Hugo Sánchez también fueron alcanzados por otros durante la segunda parte. El Real Madrid derrotó por 1-2 al Osasuna, goles de Rípodas, Valdano y Hugo Sánchez, y para evitar al centenar de personas que les esperaban a la salida, la plantilla madridista abandonó el estadio en furgones de la policía. En el acta del partido se reflejaba que los linieres fueron rociados con vino además del lanzamiento de botellas de vidrio, botes, bolas, bocadillos, un paraguas y hasta un conejo, que fue sacado del césped. Al día siguiente el técnico madridista Leo Beenhakker no se mordía la lengua en sala de prensa: «Es la primera vez en mi vida que he tenido que salir custodiado por la Policía. […] Si en Liga fueron unos pocos los que lanzaron de todo, anoche fue aun peor porque fueron muchos mas. En mi país comenzaron así y acabaron lanzando una bomba. O se corta de raíz o cualquier día sucede una tragedia».

El Comité de Competición tomó cartas en el asunto y volvió a cerrar el estadio pamplonica por un partido. Osasuna llevó de urgencia el recurso al Comité de Apelación éste y cambió el cierre por un apercibimiento y una sanción de 100.000 pesetas (600 euros). El presidente osasunista se alegró de esta decisión pero critico las declaraciones de Beenhakker y Buyo. En la vuelta el Real Madrid goleria 4-1 al conjunto rojillo pasando la siguiente ronda.

Guruceta, el revolucionario

Pero no nos desviemos mucho mas y recordemos la figura de José Emilio Guruceta. Nacido en San Sebastián en noviembre de 1941, alcanzó la Primera División en la temporada 69-70 siendo el arbitro mas joven en debutar en la máxima categoría, teniendo vigencia ese récord durante mas de 30 años. Guruceta fue un árbitro singular para la epoca y cambio por completo las estructuras arbitrales, preocupándose por la forma física en los árbitros. Se pasó de ver a trencillas con barriga sobre el césped a un árbitro que cuidaba su aspecto, tanto dentro como fuera del terreno de juego, entrenando y estando físicamente mas preparado que incluso algunos jugadores. Introdujo también las negociaciones para que los árbitros pudieran cobrar dietas en los viajes (recordemos que estaban mucho peor pagados que ahora) lo que le motivó serios encontronazos con José Plaza, por aquel entonces presidente del colectivo arbitral. Consiguió ser internacional durante 16 de sus 18 temporadas en Primera División, dirigiendo partidos europeos, de selecciones, la Universiada de México 79, los Juegos Olímpicos de Montreal-76 y Moscú-80, pero sin embargo nunca llego a pitar la fase final de un Mundial. Una espina clavada en su carrera, seguramente justificada por su difícil relacion con Plaza.

Considerado como el mejor árbitro durante muchos años, su personalidad, carisma y estilo propio le llevó a ser denostado hasta limites insospechados por sus detractores y alabado e idolatrado por sus admiradores. No dejaba indiferente a nadie y convirtió a los árbitros en parte importante del juego al hacerles salir del rincón en el cual estaban colocados. Tal fue su importancia en el arbitraje que el diario MARCA instauró un trofeo en su nombre para galardonar al mejor árbitro liguero cada año. Sin embargo su brillante carrera estuvo a punto de truncarse en sus comienzos debido a la asignación de un partido.

Aquel Barça-Madrid

En mayo de 1970 comenzaba el Real Madrid su andadura en la Copa del Generalísimo. Tras eliminar al Castellón y Las Palmas, el sorteo juntó a Real Madrid y Barcelona. La ida se saldó con una victoria madridista por 2-0 (Grosso y Amancio) que pudo ser mucho mas abultada de no ser por la gran actuación de Miguel Reina en la portería azulgrana. El Madrid jugó mucho mejor y ni siquiera los barcelonistas objetaron nada al resultado. Para el partido de vuelta, el Barça soñaba con voltear el resultado. En horario nocturno comenzó la vuelta, bajo la dirección de Guruceta. El partido transcurrió con total normalidad, con un Madrid que controlaba la situación y un Barça que mejoraba con respecto a la ida pero que no ponía en peligro a los blancos. Tan solo a escasos segundos de finalizar el primer tiempo, un despeje madridista en un córner acabo en los pies de Rexach quien dispara, y tras tocar en los dos postes, aloja el balón en las mallas. Demasiado premio para lo visto en la primera parte.

La secuencia del penalti de Rifé a Velázquez

En la reanudación el Barcelona apretaba y el Madrid aguantaba la presión como podía. Sin embardo, todo cambio al cuarto de hora. Una pérdida barcelonista en ataque acabó con el balón en los pies de José Luis. Este jugo con Ortuño quien cedió a Amancio para que el gallego sirviera en profundidad hacia un Velázquez que se lanzó como una bala hacia la meta azulgrana perseguido por Rifé. Éste, al ver que no llegaba, optó por hacer falta al madridista, con tan mala suerte que, aunque la falta fue fuera del área, la inercia propicio que Velázquez cayera dentro de la misma. Guruceta no tuvo dudas: penalti. En ese instante comenzó el apocalipsis. La bronca en el Camp Nou fue espectacular, la hinchada azulgrana veía a su equipo con posibilidades de marcar y de buenas a primeras se encontraba con un penalti injusto en contra. Botes, almohadillas, intentos de invasión. El penalti lo lanzó Amancio y empató el encuentro.

El gol de Amancio de penalti.

En ese instante, el partido como tal, aunque no formalmente, concluyó. Si el penalti había sido poco para calentar los ánimos, estos hirvieron cuando tras el penalti el capitán azulgrana Eladio optó por aplaudir a Guruceta al tiempo que le decía algo. El colegiado le expulsó fulminantemente, con un gesto tan vehemente de su brazo que acabo golpeando a Grosso, al que tiró al suelo. En medio de la hecatombe, el conjunto azulgrana hizo un amago de retirarse del partido, aunque reconsideró su postura y continuó jugando. Los siguientes minutos fueron un constante quiero y no puedo del Barcelona en pos de un gol que no llegaba, en gran parte por su nerviosismo en las jugadas. La bronca seguía, las almohadillas volaban y el publico no aguantó la indignación, propiciando una invasión de campo y obligando a Guruceta a suspender el partido a falta de dos minutos con el 1-1 en el marcador. Para ese instante, Miguel Muñoz, entrenador blanco, ya estaba en la enfermería siendo curado de la brecha que le había provocado un bote de cerveza que impactó contra su cabeza.

Tras el partido, Agustín Montal, presidente del Barcelona, acusó a Guruceta de haberles robado y pedía que no se le pusiera por delante, mientras que Antonio Calderón, gerente del Real Madrid, habló en lugar de Miguel Muñoz para decir que esperaba que todos los adjetivos que se le dedicaron a la afición madridista dos años antes tras el lanzamiento de botellas en una final de Copa, se dedicaran ahora a la hinchada azulgrana. También dejó otra frase que dolió aun si cabe mas en Barcelona: «Ha pasado lo que pasa en cualquier pueblo«. El partido que fue televisado, propició que el escándalo se viera en directo en toda España. Las imágenes, que aparecen tres párrafos sobre estas líneas, no dejaban dudas de lo sucedido entre Rife y Velázquez: la falta sucedió fuera del área aunque Velázquez cayó dentro. Aunque parezca extraño hoy en día, hubo unanimidad en la prensa madrileña y barcelonesa sobre el error de Guruceta en la jugada.

Portada de la revista del Barça tras el error de Guruceta.

En los días posteriores desde el Real Madrid se optó por no seguir con las declaraciones, pero desde Barcelona no amainó la bronca. Montal, mediante un escrito, pedía que se volviera a jugar desde el momento del penalti, cargaba contra Guruceta, recordaba los arbitrajes que estaba sufriendo el equipo haciendo hincapié en la gran campaña que se montó con el árbitro mallorquín Antonio Rigo en la final de Copa del 68, que acabó con victoria azulgrana ante el Real Madrid y dos penaltis no pitados a favor de los blancos. En Barcelona se veía el penalti como la gota que colmaba el vaso de un ataque al club y a la región. Algún periódico de la Ciudad Condal llegó a comparar lo sucedido con el expolio de la ciudad en tiempos de Felipe V. Con estos tintes, el Comité de Competición se reunió y dictaminó dar por concluido el partido con el 1-1 existente en el marcador. Además impuso a Eladio dos partidos de sanción por su expulsión, multó al Barcelona con la mayor cuantiá que permitía el reglamento (90.000 pesetas, 540 euros), apercibió de cierre al estadio, abrió un expediente a Montal por sus declaraciones y sancionó por 6 meses a Guruceta al provocar con su actuación un problema de orden publico.

La sanción a Guruceta motivo que José Plaza, Presidente del Comité de Árbitros, dimitiera ya que no estaba de acuerdo con la decisión, mientras que Guruceta decía que veía absurdo que le sancionaran porque la gente invadiera el campo 25 minutos después del penalti y no cuando sucedió. Las aguas se calmaron poco a poco y el Madrid llegó a jugar la final de Copa, derrotando al Valencia en el Camp Nou con total ausencia de incidentes. Plaza estuvo unos años fuera del Comité aunque acabo volviendo a dirigirlo cuando Pablo Porta, presidente de la Federación, le volvió a nombrar. Guruceta cumplió su sanción y volvió a dirigir partidos en Primera División en diciembre de ese mismo año. El Barcelona por su parte recusó a Guruceta de por vida: si no de manera oficial, en la practica así lo fue. En aquellos años los clubes enviaban una lista a la Federación con el listado de árbitros que no querían que les pitaran, y Guruceta sólo volvió a pitarle en 1985 en un amistoso en Mallorca, cuando las recusaciones se habían eliminado de manera general en la Federación poco tiempo antes.

Tres símbolos del fútbol español de los 70: Iribar, Guruceta y Amancio.