RM 6 – 3 GIR: La Octava Maravilla

Exhibición de un estratosférico Ronaldo ante el Girona: cuatro goles y una asistencia. El set se vio empañado por la extraordinaria fragilidad defensiva del equipo blanco a balón parado: le hicieron tres de cabeza

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No le hace falta un sable láser, ni un paquete de pilas del chino para ponerle a una linterna. No le hace falta que le pinte Miguel Ángel en la Capilla Sixtina juntando su dedo índice con el Sumo Hacedor. No le hace falta nada más que su tremenda ambición y las virtudes para el fútbol que los genes le dieron. Cristiano Ronaldo hace la luz. Y la deshace. Y la vuelve a hacer. Es el faro y guía del Real Madrid, para lo bueno y para lo malo. Ante el Girona fue no sólo lo bueno, sino lo extraordinario. La Octava Maravilla del Mundo Moderno nació en Setúbal y se llama Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro. Un 6-3 que acerca al Madrid al segundo puesto liguero tras el pinchazo del Atlético.

No le glosarán versos como los que le dedican a Messi, porque Cristiano no es verso, es prosa. Si el fútbol fuera sexo, los preliminares se limitarían a bajar a toda pastilla la ropa interior. Es una máquina despiadada que todo lo ilumina. Ante el Girona, el portugués fue partícipe de absolutamente todo lo bueno que hicieron los de Zidane en el partido. Estuvo en todo. En los goles (marcó cuatro y no hizo cinco porque prefirió regalárselo a Lucas Vázquez), en el desarrollo del juego, en las contras y en el control. En todo. Omnipresente Cristiano, que olisquea el calorcillo veraniego (debió ser el primer día sin lluvia en Madrid en un mes y pico) y se excita como R2D2 al ver un bote de Tres en Uno.

El partido fue lo que quiso Cristiano. El Madrid, sin Bale pero con Benzema y sin Modric pero con Kovacic, salió animoso y tuvo un arranque de partido sensacional: Cristiano tras gran pase de Kroos anotó el 1-0 y Gil Manzano anuló un tanto que pareció legal a Lucas Vázquez. Pero de repente surgió de la nada Johan Mojica, que se hizo el claro dominador de su banda ante la inoperancia de un Carvajal desquiciado y sin ayuda defensiva, y el Girona comenzó a crecer. Una tontifalta del de Leganés propició el 1-1, obra de Stuani. Cada balón colgado al área blanca comenzó a ser un suplicio, a Keylor sólo le faltó el disfraz de Batman para ser el murciélago perfecto bajo el larguero.

Se llegó al descanso con la eterna sensación de este año: el Madrid jugaba a ratos para ganar, a ratos para empatar y en otros, parecía claro que podía perder. Pero claro, por ahí andaba un tal Cristiano. Que marcó el segundo nada más salir de vestuarios, que le regaló el tercero a Lucas Vázquez porque le dio vergüenza marcar su quincuagésimo hat-trick en su carrera tan pronto y no tuvo más remedio que hacer dos goles más al final para redondear el partido: el cuarto y el sexto. Entre medias Bale, que entró de meritorio como Isco, anotó el quinto.

Lo preocupante fue la tremenda endeblez defensiva del Real Madrid por arriba. En su área fue una auténtica banda, con un portero que no sale de debajo del larguero y una zaga que marca con la mirada. Ganar 6-3 en Liga está bien, pero lo importante viene en Champions, y la Juve no es un equipo de pardillos recién llegados, aunque a ratos en Cardiff lo pareciera. Hay que mejorar, todavía.

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Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.