Si la Liga era desde hace ya unos meses un engorro, ahora, a dos partidos de que en el control de pasaportes verifiquen el que te puede llevar a Kiev, más todavía. El Real Madrid visita La Rosaleda (20:45, Movistar Partidazo) para enfrentarse a un Málaga desplomado, colista, cuatro victorias en toda la competiciónl, sólo 19 goles a favor, en un partido en el que se podría perfectamente disfrazar de alemán, ponerse calcetines blancos y chanclas, una camisa de cuadros rojos y blancos y sacar fotos hasta de los chicles pegados a las aceras para completar un álbum turistero.
Es la Champions, sí, la tabla de salvación del Real Madrid este curso, y encima con el hueso del Bayern en semifinales, un todo o nada. Así que la visita a La Rosaleda no deja de ser un trámite: el Real Madrid necesita, en las siete jornadas que le quedan por delante, 21 puntos, sumar tres victorias siempre y cuando el Betis gane los seis encuentros que le restan por disputar, para asegurarse plaza en la Copa de Europa el curso que viene, lo máximo a lo que puede aspirar a estas alturas.
El partido es también un trámite para un Málaga que se va a Segunda tras el mal año realizado debido a los desmanes de su propietario, el mismo que ha dejado que su juguete se quede sin pilas vendiendo como un poseso a sus mejores jugadores y sustituyéndolos por piezas que no han dado el nivel. Así que su trayectoria no es más que la crónica de una muerte anunciada.
A estas alturas de la película, ya casi dan igual los onces: de lo que se trata es que, de los titulares en liza, ninguno sufra un percance que le pueda impedir estar presente ante el Bayern. Cristiano, Bale, Varane y Modric no entraron en la lista. Un partido menos o un partido más, según se vea. Que llegue el Bayern cuanto antes.