La contracrónica: Una inercia animal

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No vi, sentí. No miré, jugué. Anoche tuve la suerte de estar en las gradas del Santiago Bernabéu y todo mi cuerpo fue Copa de Europa. De arriba abajo. De Lisboa a Kiev pasando por Milán y Cardiff. No es fútbol, es Madrid.

Son casi las tres de la mañana y tengo ganas de todo menos de cerrar los ojos. Estoy en un autocar de vuelta a Barcelona. Todos duermen. Alguno sueña. Pero yo soy incapaz de hacerlo. Mi mente no deja de maquinar y pienso por encima de mis posibilidades. Ya no buscando ‘porqueses’, sino justicia. Me siento demasiado afortunado. Muchísimo más que la inmensa mayoría de mis compañeros de vida. Por qué yo y no ellos. Por qué el Madrid y no el resto de Europa. Eso me pregunto.

En Lisboa se cambió la historia reciente de nuestro club. Yo desconocía el sabor de Europa hasta ese día. Me decían que no había nada más bonito que ese trofeo con las orejas tan grandes. Sin embargo, yo no lograba verlo. Estaba demasiado lejos. Era como si la razón de ser de mi club no existiera para mí. Algo sin alma.

Ese minuto 93 lo cambió todo. Fue mucho más que un gol. Fue mucho más que la ‘Décima’. Suponía el primer impulso de una inercia sobrenatural. Cinco años. Cuatro finales. Tres ganadas y una por disputar. Lo extraordinario convertido en rutina. Europa como domicilio particular. La ‘Orejona’ como único horizonte en el que siempre sale el sol.

Es como si desde el club se hubieran empeñado en recuperar el tiempo perdido. Para ello, además de una generación de futbolistas irrepetible, han desajustado el cajón de la mitología y lleva años abierto de par en par. Donde no llega el fútbol, sí lo hace la fantasía y la sinrazón. No sé qué es, pero es. Así que el resto, me importa más bien poco.

Todo se acaba. Hasta lo que no merece un final. Aunque solo sea para que otros lo intenten. Llegará el día en el que no estaremos en las finales o incluso las perderemos. Puede ser este mes en Ucrania, la temporada que viene o dentro de dos. Y será en ese momento cuando miraremos atrás, nos secaremos la lágrimas del momento y, sonriendo, gritaremos: yo vi a esos animales arrasar con todo y todos.

Si no llega ese día y se alarga, se alarga y se alarga, dejaos llevar. Estos cabrones solo nos pueden llevar a sitios donde merezca la pena sufrir con y por ellos.

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Mientras intentas descubrir algo más sobre mí en estas líneas yo me ando paseando por algún lugar de Barcelona con el escudo del Real Madrid en el pecho. Desconozco si soy un valiente o un imbécil, pero me excita. Son tantos los que me miran mal como los que empatizan conmigo. Así que si algún día desaparezco que sepáis que o me han matado a palos o a besos. Y si eso ocurre… ¡Que nos quiten lo escrito y leído por aquí! Eso sí, ¿hablaréis bien de mí, no? ¡Más os vale!