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Un penalti escandaloso, como una catedral, enorme, inmenso como la estepa rusa, que no pitó Hernández Hernández, un espantoso árbitro al que sólo le faltó llevar el Dodotis por encima del pantalón de lo asustadísimo que anduvo durante todo el partido, dejó al Real Madrid sin victoria en el Nou Camp. Fue un 2-2 en un partido que, pese a la etiqueta de intrascendente que intentaron colgarle algunos, tuvo todos los ingredientes de un Clásico, incluyendo el habitual cagancho arbitral. Sin VAR, gracias a Dios, se podrá hablar de todo esto unos cuantos días.

El penalti, comtido por Jordi Alba sobre Marcelo, hubiera dado pie al Madrid a intentar marcar el 2-3 desde los once metros. Y todo tras un partido loco, loquísimo, donde el Madrid salió serio, evitó el habitual despiste que le cuesta un gol en contra en el cinco… pero se lo hicieron en el diez con la receta clásica: despiste de Marcelo. No perdonó Luis Suárez y aquello se ponía cuesta arriba. Por poco tiempo: Cristiano remachó bajo palos una buena jugada ofensiva del Madrid, poniendo su tobillo en riesgo, y la guerra, entonces sí, empezó. Como tiene que ser, por otro lado, en estos partidos.

Comenzaron las refriegas. Ramos con Suárez. Rakitic con Casemiro. Bale con Umtiti. Alba con todos. Hernández Hernández iba ya por aquel entonces frotándose el trasero contra el césped, a lo Lineker, porque aquello le venía enorme. El Madrid dominaba, pero Cristiano en dos ocasiones y Benzema en otra perdonaron el 1-2, con los de Zidane dando una exhibición de fútbol en la fiesta de los del doblete. Justo sobre el descanso, Sergi Roberto le sopló un manotazo a Marcelo y se fue a la calle con roja directa. El Madrid con once contra un Barça con diez. Algo histórico.

Pero no lo fue. Primero, porque el Madrid, que salió en el segundo acto sin Cristiano debido a su lesión en el 1-1, apareció absolutamente dormido, con Kroos fundido y con el equipo descolocado. El Barça tomó el control pese a su inferioridad y un clamoroso error del colegiado, otro, no señalando una descarada falta de Suárez a Varane, permitió a Messi hacer lo que sabe: perfilarse para el disparo y pájaro a la cazuela: 2-1. El Barça se espoleó y el Madrid, en superioridad, estaba siendo burreado.

Zidane reaccionó y metió a Lucas Vázquez de lateral por el renqueante (y amonestado) Nacho, y el gallego comenzó a provocar el terror en el área del Barcelona: quién sabe si el canterano ha encontrado un nuevo y definitivo acomodo como lateral, porque rinde de sobresaliente en esa posición. El Madrid llegaba, llegaba y llegaba, pero Modric no andaba fino en el último pase, Asensio chupaba en exceso y Bale parecía en su mundo de musarañas mientras Benzema, esta vez sí, se peleaba con todo sin éxito. Y en estas, Asensio vio llegar por su derecha a una locomotora made in Cardiff, se la puso en la zurda y Bale no falló: golazo sensacional, 2-2.

El Barça se vino abajo. Se encerró en su área esperando una genialidad de Messi, demasiado gris, o de Suárez, al que sólo le faltó llevar una navaja de Albacete en el pantalón. El Madrid llegaba pero abusaba del centro al área, y sin Cristiano faltaba rematador. Hernández Hernández quiso seguir participando de la fiesta y se tragó el penaltazo de Jordi Alba a Marcelo que hubiera supuesto el triunfo madridista. Y en la orilla del área del Barcelona, el Madrid murió en el Clásico, fusilado por un pésimo árbitro y por un tétrico arranque de la segunda parte en superioridad.

1 COMENTARIO

  1. Además de tus acertados comentarios falta por señalar que le perdonaron la expulsión a Messi , no solo por su brutal entrada a Ramos, sino porque en la primera parte , en el minuto 7 en un salto con Marcelo ,le pega un codazo que como mínimo es amarilla .
    Creo que con su tratamiento hormonal le inyectaron también una buena dosis de madriditis porque se le veía desquiciado como poseído.