El día más feliz de nuestras vidas

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©Raúl Cancio
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Tengo la inmensa suerte de que he estado en cinco finales de Copa de Europa, con cinco victorias del Real Madrid. No estuve en Glasgow y me perdí la volea de Zidane y no estaré en Kiev. Pero nada, absolutamente nada, se parece a Amsterdam. Hoy hace 20 años que quien escribe estas líneas se chupaba 24 horas de autobús de ida y otra tantas de vuelta para poder ver la final. No era una final cualquiera, no. Era LA FINAL. 32 años después llegaba el momento en que le podría decir a mi abuelo que yo también había visto al Real Madrid ser campeón de Europa.

Pude decírselo. Pude decirle lo que sentí, los nervios que me carcomieron durante el interminable viaje de ida, duranta la previa ante esa Juventus de tipos musculosos y fornidos de camiseta entallada que habían jugado las dos últimas finales y ganado una. Puedo recordar cada segundo de mis sentimientos durante aquel partido, la boca pastosa, el corazón desbocado, el intensísimo dolor de cabeza provocado por la tensión, el sudor frío empapando la ropa que llevaba. La voz absolutamente perdida antes de empezar, una afonía que duró exactamente diez días más. Recuerdo el Amsterdam Arena, los controles de seguridad exhaustivos, los aficionados del Ajax apoyándonos, las máquinas que dispensaban tarjetas de crédito para luego poder consumir dentro del estadio. La majestuosidad de aquel estadio, que por siempre será mi favorito.

Recuerdo un tiro de Raúl que se fue lamiendo el poste. Recuerdo el gol de Mijatovic, mi abrazo de oso con un tipo sin camiseta que había a mi lado y a quien no conocía de nada. Recuerdo taparme la cara con mi bandera del Madrid desde ese minuto 67 (las 22:08 en el reloj) hasta el final pero sin conseguirlo, mirando de reojo, haciéndome trampas al solitario tratando de que el tiempo corriera más de lo que corre. Pero sólo logré ralentizarlo y, estoy convencido de que fui yo, y lo siento.

Recuerdo el pitido final, el éxtasis, comenzar a llorar como un niño, volver a abrazarme a aquel oso sudoroso (el me recordará a mí igual, seguro) y no poder contener el llanto, cantar el ‘We are the Champions’ a todo pulmón mientras sólo salían toses guturales, porque sí, porque esa vez sonaba por fin para nosotros, porque nunca antes lo había cantado el Real Madrid. Era la Séptima, y los que tuvimos la oportunidad de estar ese 20 de mayo de 1998 en Amsterdam no lo olvidaremos jamás. Porque fue el día más feliz de nuestras vidas y nada, absolutamenta nada, se podrá comparar a eso. Sí, soy un tipo afortunado. Soy del Madrid.

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Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.