Fueron dos de las imágenes de la primera jornada: los aficionados de Japón y de Senegal limpiando sus asientos al término de sus partidos de estreno en el Mundial, recogiendo los desperdicios y dejando los estadios como una patena. Pese a que ambas selecciones, que hoy se miden en Ekaterimburgo (17:00, Cuatro), ganaron su primera cita en el torneo lo que les permite con soñar con los octavos, antes de tomar una cerveza decidieron mostrar su civismo y su educación.
Pero vamos al fútbol y no a la limpieza. Japón y Senegal lograron deshacerse de Colombia y Polonia en el debut y dejaron el grupo patas arriba, con los favoritos a priori con el agua al cuello y con dos de las selecciones más potentes físicamente del torneo con los octavos a tiro. El que gane hoy, si es que alguna de las dos logra ganar, tendrá pie y tres cuartos en la fase de eliminatorias, mientras que el empate deja todas las opciones abiertas para una última jornada que podría ser apasionante.
Japón parece haber encontrado el punto de madurez necesaria para por fin brillar en un gran torneo: Inui y Shibashaki le dan un punto de algarabía al habitual juego encorsetado nipón, y eso les hace ser indescifrables en momentos puntuales del partido. Cosa que se agradece. Senegal demostró que no es solo Mane, sino un equipo fantásticamente bien armado gracias a su descomunal potencia física: su mayor problema es el mental, ya que les cuesta centrarse y estar pendientes de los pequeños detalles que deciden muchos partidos, pero en lo demás, en todo, están al nivel de cualquiera. Es un Japón-Senegal, sí, pero es un partidazo de los que apetece ver.
