Un grupo uniforme pero a la vez sin uniformar, a excepción de un capitán mas avanzado, rodean con la mirada a un hombre con aspecto cansado. La imagen ni siquiera está encuadrada, pero el fotógrafo enfoca de tal manera que muestra a un líder en estado pensativo al cual le sigu,e con mirada expectante, un equipo dispuesto a esperar su próxima instrucción. La imagen gira en torno al hombre de mayor edad, cual clan que venera a su patriarca y el recuerdo de la historia que dejo a su paso en los 50 y 60 con esa misma camiseta. Desconozco el lugar y la fecha de la foto, presumiblemente en 1984, pero la fuerza del documento es brutal.
El hombre que salió dolido de su club porque le ofrecieron seguir en la Casa Blanca de «cualquier cosa», no quiso retirarse, conocedor de que podía seguir jugando a buen nivel. Era consciente que no podía soportar una temporada completa de máxima exigencia, pero sabía que con su experiencia, el conocimiento de su cuerpo y una buena dosificación podía ser muy válido para los partidos más exigentes. No lo considero así Miguel Muñoz, su entrenador por aquel entonces, y bendecido por un Santiago Bernabéu que apoyó al técnico, el de Barracas optó por demostrar que se equivocaban y se marchó a probar suerte fuera de Chamartín.
Varias ofertas, algunas de fuera de la Península que forzaban la salida del país de la familia, hizo que se decantara por tomar el puente aéreo y acabara en Barcelona, de la mano de su gran amigo Kubala pero en la otra orilla: en el Español. El tiempo pasó y el cabreo menguó, aunque no desapareció. Di Stéfano tuvo su gran homenaje y Chamartín volvió a aclamarle en sus últimos minutos, el día del Celtic. La vida siguió y ni Bernabéu pidió su regreso ni él pensó en demandar su vuelta a Madrid. Siguió haciendo historia en los banquillos ya fuera con el Boca, Valencia o River, al mismo tiempo que las años pasaban y las personas cambiaban.
El gran mito de la historia madridista dejaba la presidencia, solo la muerte forzó su marcha, y la transición no logró amoldarse a los nuevos tiempos que corrían. Con la llegada de unas elecciones, De Carlos tuvo que tirar de la propaganda para retener el poder, y llamó para el banquillo a aquel que dijo que «volvería al Madrid hasta de conserje». Bernabéu, claro, ya no estaba vivo.
El paso por el banquillo no tuvo el mismo éxito que vestido de corto. Una llegada con ilusión y un club distinto al que dejó, demasiado distinto. El ahorro como máxima y fichajes que él no había pedido, pero siempre con la exigencia del escudo y la
victoria. El primer año fue huérfano de éxitos pero pleno de fuerza y garra: cinco finales con cinco subcampeonatos. El segundo volvió a quedar segundo en la Liga, llegó lejos en Copa pero muy corto en Europa. El ahorro seguía presente y el cansancio aumentaba. Tiró de la cantera y salieron los Butragueño, Sanchis o Martín Vázquez, al mismo tiempo que algunos roces con cierto veterano del que Alfredo sospechaba que pasaba información a la dirigencia a la vez que le torpedeaba.
Quizás la expresión cansada de la foto que ha dado pie a esta entrada denotaba esos momentos. Un hombre que lo había sido todo en el fútbol, el jugador completo, no
conseguía dar con la tecla exacta que consiguiera lograr desde el banco lo mismo que había hecho desde el césped. Un final de contrato de dos años al que no se le renovó, excusa barata para ocultar el cese que le querían haber realizado tras no lograr
ningún titulo en dos años, algo que solo había sucedido previo a su llegada en los 50.
Quién sabe lo que hubiera pasado si Muñoz le hubiera hecho caso en la final de Viena. Podría haber llegado la Sexta, podría haber seguido en el club, quizás con menos exigencia al tener otro titulo continental y quizás podría haber realizado una transición hacia el banquillo blanco áas tranquila. Elucubraciones todas que se acaban al recordar la bronca entre dos tótems del madridismo: Muñoz y Di Stéfano, y en la que Bernabéu optó por respaldar al técnico en lugar de lo que sucede actualmente, en el fútbol moderno. Antiguamente era el club por encima de todo, ¿ahora?, el dinero, los egos, los negocios.
Cuatro años han pasado ya de su despedida final y para bien o para mal todo lo que hizo por este club lo hizo por amor a la entidad y a la camiseta. No nos olvidamos de su etapa en la 90-91 cuando fueron a buscarle y él, cómo no, y aunque ya no era época para
ello, volvió a bajar al pasto para no dejar tirado a su club cuando le había ido a buscar.
Armó el Gran Madrid que reinó en España y en Europa y lo llevó en el corazón. Ya fuera dentro o al margen del césped hizo de todo en este club, el mismo que nunca podrá devolverle todo lo que dio.
Hoy hace cuatro años que Don Alfredo di Stéfano decidió dejar este mundo para convivir entre los grandes mitos del deporte mundial. Larga vida al recuerdo de Don Alfredo. Siempre presente.