RM 4 – 1 AIN: Fuera de este mundo

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El Real Madrid no es de este mundo, es extraplanetario. Título tras título, nacional (de esos ya menos), europeo o mundial, ese equipo de blanco con un escudo que parece un despertador sigue sometiendo con mano de hierro al resto de entidades que se dedican a darle patadas a un balón. Atravesará periodos oscuros, claro que sí, pero a la que se levanta y se sacude el polvo del camino, no deja ni las migajas para los demás. Séptimo título del mundo de clubes para los blancos, 4-1 al Al-Ain con goles de Modric, Marcos Llorente (los dos astronautas de guardia en la Estación Orbital madridista), Sergio Ramos y Nader, en propia meta.

El encuentro arrancó en modo locura, ocasiones en las dos porterías, Ramos salvando bajo palos un gol del cuadro emiratí, hasta que apareció Modric y embocó con su tiralíneas el primer gol del encuentro, justo antes del cuarto de hora. Aquello debería haber significado la rendición incondicional del conjunto local, que apretaba al calor de su público, pero no fue así, y para colmo el Madrid se empeñó en desperdiciar todas las ocasiones de las que dispuso, que no fueron pocas ante la endeblez defensiva local, y se desquició por el pésimo nivel del colegiado, casi un turista despistado paseando por el campo. Benzema volvió a demostrar que lo de rematar no es exactamente lo suyo.

En ese marco, el que creció fue un Marcos Llorente al que desde que le han soltado a los leones ha decidido hacerse un cocido de felino y no ha dejado ni los huesos. El canterano madridista cortó, robó, presionó, distribuyó y, ya en la segunda parte, hasta marcó, algo que no es precisamente su especialidad, pero se sacó un golazo terrible desde fuera del área justo entre dos excepcionales paradas de Courtois, a quien lo de ser titularísimo le ha hecho crecer aún más que su desgarbada figura, y tras una chilena marciana de Bale, marciana porque enganchó el balón ahí arriba, que se marchó por milímetros.

Y es que eso fue el partido: tres sustos del Al-Ain por desidia madridista atrás, y ocasión tras ocasión de los blancos, que se tomaron el partido a ritmo de entrenamiento y quizás por eso, por la falta de tensión competitiva, marraron más de la cuenta, porque el partido pudo acabar con siete u ocho goles en la saca. Primero, pese a todo, tocó encajar el gol nuestro de cada día con un cabezazo tremendo de Shiotani, y luego Vinicius, que dispuso de seis minutos, se marcó un Valladolid para forzar el cuarto de los blancos con un gol del rival en propia meta. Pero es lo de menos: en el equipaje, procedente de Abu Dabi, llega un nuevo Mundial de Clubes. El séptimo. Suficiente para recoger e irse a intentar ganar títulos a otro planeta. O a otra galaxia. Pero este mundo lo tiene ya superado, y sin agotar vidas extra.