Historia del RMCF: Valladolid, del infierno al cielo

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A toro pasado es ventajista decir que ciertas decisiones estivales pueden no ser las correctas y han lastrado la temporada del Real Madrid. La crítica constructiva es necesaria y no exime de una reflexión interna sobre lo sucedido, pero es cierto que cualquier decisión tomada en su momento se puede apoyar en una frase exculpatoria: «en aquel momento parecía buena idea». Este año es un claro ejemplo. Estamos en el primer tercio de marzo con un equipo libre de tensión y doce partidos ligueros por delante sin mayor objetivo que luchar por el escudo y la camiseta. El primer paso de esta travesía por el desierto es Valladolid, una ciudad, que no un estadio, en la cual el Madrid tocó el infierno y por dos veces el cielo en diez años.

Hace poco tiempo leí en Twitter una teoría por la cual se asumía que el Gobierno presionó para que los equipos vascos lograran cuatro campeonatos ligueros al comienzo de la secada de los 80 para de esta forma, según la teoría, tener mas calmado al pueblo en aquellos convulsos años. Gorros de papel aparte, si uno peina canas recordará que Alberto Ormaetxea organizo un equipo duro y correoso alrededor de un buen plantel que desde la meta vigilada por Arconada (que levante la mano quien haya coreado el «no pasa nada tenemos a Arconada») en los partidos callejeros, secundado por los Gorriz, Kortabarria, Perico Alonso, Zamora, Satrústegui, Lopez Ufarte… que lograron dos Ligas en el 81 y 82. Dos que pudieron ser tres de no ser porque el vértigo del prematuro éxito les hizo perder en Sevilla a falta de dos jornadas, tras estar sin perder 32 partidos, lo que el Madrid aprovechó para llevarse el titulo de 1980. Las ligas del 83 y 84 cayeron en el saco del vecino rojiblanco, del Athletic Club. Un centrocampista rubio de enorme proyección y al que una grave lesión retiro prematuramente, Javier Clemente, gestionó otro gran equipo con Zubizarreta, Liceranzu, De Andrés, Gallego, Dani, Sarabia… que reverdeció San Mames y aupó a los leones a una nueva época dorada. Paranoicos a un lado, los cinco campeonatos entre el 79 y el 84 se decidieron siempre en la última jornada, síntomas de un fútbol más igualado que el actual. Las ‘decisiones’ de Moncloa igual no eran muy secundadas por la Federación…

1. Infierno

Santillana, desolado tras confirmarse el empate de la Real en Gijón.

Aprovechemos parte de la ¿teoría? y no cambiemos de tema para ir a lo que habíamos hablado en la entradilla. ¿Qué tiene que ver Valladolid con el cielo y el infierno madridista? La amargura fue lo primero que probó el Madrid en los años 80 en la ciudad castellana. Si los blancos se llevaron ante la Real Sociedad la agitada Liga 79-80 en la última jornada, además ganando en el último partido al Athletic Club, la siguiente volvieron ambos a jugarse el título en la última jornada. La Real era líder con un punto de ventaja, ademas de tenerle ganado el gol average al Madrid, y jugaba en Gijón, mientras que el Madrid esperaba agazapado a la espera del resultado en El Molinón con un partido en el viejo José Zorilla de Valladolid. Los realistas pronto adquirieron ventaja con un gol de Kortabarria mientras que el Madrid era un quiero y no puedo. Ambos partidos se jugaban al mismo tiempo, por lo cual los aparatos de radio eran los únicos que informaban del marcador. Santillana adelantaba al Madrid al borde del descanso y los blancos de momento cumplían con su labor a la espera de un utópico suicidio realista… algo que entre el final de la primera y el comienzo de la segunda parte sucedió en El Molinón: un delgado e incombustible centrocampista de Cádiz, Manolo Mesa, hacia doblete para el Sporting y daba en esos instantes de manera temporal el titulo al Madrid.

El once del Real Madrid ante el Valladolid en aquella fatídica tarde en Pucela.

La noticia corrió rápida por las gradas de Zorrilla y desde el banquillo madridista se informó a los jugadores. Estos, sorprendidos por el giro de los acontecimientos, se despistaron y al poco tiempo More empataba el partido en Valladolid. Poco a poco, la lógica en Pucela se impuso. Los locales no se jugaban nada y el Madrid forzó la máquina para volver a adelantarse en el marcador por medio de Santillana. En Gijón seguía el acoso realista pero sin resultado, mientras el segundero avanzaba rápidamente para los realistas. Al contrario que en Valladolid, donde los minutos les parecían horas a los merengues. A falta de seis minutos para el final en Zorrilla, Stielike cerraba el marcador con el tercer gol de los azules, indumentaria madridista aquella tarde, y dejaba el posible titulo a expensas del marcador de Gijón. A falta de un minuto Boskov incluso cambio al portero madridista Agustín para que el capitán Miguel Angel estuviera en el césped durante el pitido final y se proclamen campeones.

Al pitar Pes Pérez el final en Valladolid, la alegría madridista se desbordó: gritos, saltos, carreras y Juanito andando de rodillas desde el césped al vestuario… Sin embargo el partido en Gijón aun continuaba con los minutos de descuento. Faltaba menos de un minuto cuando un centro al área de Perico Alonso, padre de Xabi, lo despeja de puños Castro cayendo a los pies de Gorriz quien dispara de mala manera sobre un césped embarrado propiciando que le llegue a Zamora a los pies, para que este lance un zapatazo que se cuela en las mallas. La Real empataba y se quedaba el título. La noticia llegó a Valladolid y la alegría dio paso a la perplejidad, la amargura y la desolación.

 

2. El Cielo a Copas

Peor experiencia en Zorrilla no le podia suceder en Madrid. Por un lado, porque algo más grave que perder una Liga era casi imposible y por otro, porque el vetusto estadio José Zorrilla pasó a mejor vida con la llegada del Mundial 82 y la construcción de un nuevo estadio en las afueras de la ciudad, en medio de un páramo. Inaugurado el nuevo Jose Zorilla en febrero de 1982, se le quiso homenajear con la designación de la final de la Copa del Rey de esa misma temporada. A ella llegaron el Real Madrid y el Sporting de Gijón el 13 de abril en una fría y ventosa noche que denominara al estadio desde entonces como «el de la pulmonía», porque la construccion de un estadio abierto en una zona despoblada hacía que fuera imposible de resguardarse del frío. El Madrid alcanzaba su tercera final en cuatro temporadas en medio de la enésima crisis: dos victorias en diez partidos unida a una humillante derrota ante el Kaiserslautern por 5-0 que propiciaron el cese de Boskov.

El recambio volvió a ser el de siempre en las décadas de los 70 y 80: Luis Molowny. El canario se sentó apenas 48 horas después de su nombramiento en el banquillo para jugar la vuelta de las semifinales de Copa ante la Real Sociedad, logrando que los madridistas igualaran el 1-0 de la ida y consiguiendo el pase a la final en una agónica tanda de penaltis. El talismán Molowny comenzó bien y completó la apuesta de Luis De Carlos logrando el titulo de Copa en aquella intempestiva noche vallisoletana. Jiménez, en propia puerta, y Ángel dieron la victoria a los blancos ante un Sporting que con el gol de Ferrero tuvo igualado el partido durante bastantes minutos. El destino recompensaba en cierta manera la amargura del año anterior.

3. Y el Cielo a Ligas

Ruggeri y Buyo, celebrando la Liga de Toshack

No obstante, el resquemor de aquel partido del 81 seguía presente y el destino tenía preparada una recompensa para años mas tarde. El segundo lustro de los 80 supuso la eclosión de la Quinta del Buitre, que llevó al Real Madrid a tomar el mando del futbol español y conseguir entre el 86 y el 89 cuatro títulos de Liga consecutivos, una Copa del Rey y dos Supercopas. Si en España no tenían un rival digno, la aventura europea era otro cantar y por tres veces consecutivas se paró el camino en semifinales en busca de la ansiada, por aquel entonces, Séptima.

Como quiera que el único camino para llegar a la Copa de Europa era la Liga, la quinta Liga consecutiva era el objetivo. Tras un inicio con titubeos, tuvo que jugar cuatro veces fuera de casa para lograr la primera victoria, al final se impuso la lógica y el Madrid volvió a ser incontestable. Y todo ello pese a cambiar de entrenador, ya que Mendoza no renovó a Beenhaker y fichó a un John Toshack que cambió los esquemas tácticos del equipo. El Madrid volvió a ser una maquina letal, llegando a pulverizar el récord goleador del Campeonato dejándolo en 107 goles, así como a Hugo Sánchez igualando al mítico Telmo Zarra siendo Pichichi con 38 goles, récord hasta entonces de la competición. Conforme pasaban las jornadas estaba claro que el Madrid iba a ser el campeón y la única duda era saber dónde. El calendario deparó que en Valladolid. Tras una racha de 23 jornadas sin perder, el Madrid visitó Pucela con diez puntos de ventaja sobre el segundo a falta de diez puntos en juego, por lo que un simple empate le daba el título. La superioridad era tal aquella tarde en Valladolid que el Madrid apenas quiso jugar y se limitó a dejar pasar los minutos para que el 0-0 inicial concediera el titulo. Tras 90 minutos insulsos, el Madrid consiguió el 25º titulo de Liga, quinto consecutivo, pero con una celebración muy alejada de la de 1981. Esta vez apenas hubo brazos al cielo, abrazos entre los jugadores, aplausos al publico y para vestuarios. El equipo se había acostumbrado de tal manera a ganar Ligas que parecía que no había nada que celebrar. Muy distinto a aquella tarde hacia nueve años. De esta manera se cerraba un circulo que se había iniciado diez años perdiendo un titulo, que si hubiera ganado, ¿hubiera generado una revuelta en el País Vasco? Sólo lo saben los de las teorías raras.

 

 

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Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.