RM 2 – 2 BRU: Casemiro evita el naufragio

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Le han dado estopa por todos lados. Algunas veces puede ser que merecidamente. Pero eso le ha hecho el futbolista que es hoy, un pilar indispensable del Real Madrid, tal vez el más indispensable de todos. Un gol de Casemiro con el partido agonizando, el equipo de Zidane atenazado y el Brujas por delante permitió al Rey de Europa, el de las trece Champions, empatar (2-2) ante el Brujas en el Bernabéu. Sí, empatar. Un punto de seis. El grupo se pone en chino mientras el prestigio del Madrid, ése que cuesta tanto alcanzar y más aún mantener, se escurre como agua en espalda de pato, que diría John Toshack.

El partido fue un despropósito en todo. Primero, en la convocatoria: Bale y James fuera, presuntamente con alguna sobrecarga. Segundo, en la alineación: Zidane recuperaba la vieja guardia desmantelando lo que había dado resultado tres partido. Tercero, la táctica: para meter a Modric en el once, adiós al 4-1-4-1 que blindaba a Courtois y vuelta al 4-3-3. Cuarto, Courtois tuvo que ser cambiado en el descanso por mareos y problemas gástricos tras comerse dos goles en semifallo de Bonaventure. ¿No pudo avisar antes del partido de que no estaba a tope? ¿Tampoco durante la primera mitad? Pues no. Y quinto, obvio, los cambios, jugador por jugador y con esquema invariable, ninguna variación táctica, jugadores tiesos sobre el campo y los que menos peso tienen, a la calle. Así es imposible.

El Brujas fue como un equipo medio de LaLiga cualquiera, la receta se la saben todos. Atrincherarse en caja baja, reduciendo espacios y así imposibilitando la velocidad de los mejores jugadores blancos, y lanzar pelotazos como locos a los delanteros más veloces de cada casa. En el caso de los flamencos, Dennis Bonaventure fue una pesadilla para sobre todo Ramos y Carvajal. Suyos fueron los dos goles, en semifallo pero goles al fin y al cabo, mientras el Madrid se emperraba en tirar desde casi cualquier lado esperando que la lámpara, de tanto frotar, soltara un genio. Todos los remates fueron desviados salvo uno, un testarazo de Varane despejado por Mignolet.

El 0-2 al descanso provocó lo que un resultado así siempre ha provocado en el Bernabéu: una avalancha blanca, Marcelo al campo por un tocado Nacho y ¡Areola! por Courtois. Y que suele comenzar con un gol que mete al público para que el estadio entre en ebullición. Lo marcó Ramos de cabeza a centro de Benzema, quedaban 35 minutos y aquello parecía a punto de nieve. Pero nada más lejos de la realidad. Modric, desastroso y coautor del 0-2 por una pérdida demencial en una zona en la que no se puede perder ningún balón, no ayudaba nada. Lucas Vázquez tampoco, completamente atenazado por la violencia verbal con la que parte del público se emplea contra él. Lo de Hazard tampoco merece gran comentario: no está y, teniendo en cuenta que al Madrid jamás le dejarán jugar con espacios, le va a costar media vida estarlo.

Así que todo volvió a donde estaba. El Madrid atacando deslabazado, con los arreones de Casemiro, el temple de un Kroos que sigue a gran nivel y las acometidas de Vinicius, igual de desacertado y burbujeante que siempre. El Brujas, pillando la espalda del centro del campo blanco e intentando sentenciar a la contra. Pero no lo hizo, y el que encontró el gol, cuando el Madrid ya pedía un abanico para quitarse el sofoco y el Brujas se quedaba con diez, fue Casemiro, en un cabezazo inapelable a centro de Kroos. Pero que nadie se engañe: el empate es un resultado miserable, más aún tras la derrota en París. Esto es largo, pero el empate escuece más que el trastazo en el Parque de los Príncipes.

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Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.