RM 3 – 1 RSO: Modric en modo Luka

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Del susto al Ba(i)le, con Modric en modo Lukita, algo que se agradecía tras año y medio en que parecía el hermano gemelo del Hombre Invisible. El Real Madrid derrotó a la Real Sociedad (3-1) en el mejor partido del todavía Balón de Oro desde el Mundial de Rusia. Dos asistencias, a Benzema y Valverde, y un gol rubricaro el partido de los Zidane, que empezó fatal, se complicó muchísimo pero, a partir del minuto 37, mejoró hasta triturar a los de Imanol, que acabaron pareciendo zombies sobre el campo mientras la grada ponía la banda sonora a sus pasos pitando cada intervención de Bale.

Y eso que en el minuto dos los visitantes se adelantaron, tras un error garrafal de Sergio Ramos, con la cabeza en el SICAB de Sevilla de este fin de semana, las cosas de hacer documentales que luego te dan background para contar batallitas. El Madrid, que como acostumbra salió más frío que la nevera de un pingüino, encajó el gol fatal. Entre Odegaard Portu y Odriozola, con la ayuda de Merino y el partidazo que se marcó Willian José currándose con Varane y Ramos, le dieron el comienzo de la tarde a un Real Madrid que parecía que no sabía cómo jugaba su adversario: del parón de selecciones al parón de vacaciones. La Real se tropezó dos veces con Courtois en sendas ocasiones que casi podían haber sentenciado el partido…

Pero todo cambió con el 1-1, gol de Benzema. Primer gol de falta lateral del Real Madrid este curso: centro de Modric y remate con el hombro de Benzema, al que sólo le faltó ir vestido de integrante de Locomía para que el remate fuera más estético. El gol del galo le hizo al Madrid cambiar el sistema: Modric, en un vértice superior al de Valverde y Casemiro, se retrasó. Dejó de perseguir sombras para, con menos esfuerzo, estar más en contacto con el balón. Si los pulmones funcionan, Luka sigue siendo Luka. Y ante la Real fue Luka en toda su plenitud.

Así que el equipo, con Hazard convertido en un polvorillas sin entender que reteniendo tanto el balón y empeñándose en regatear hasta a su casero se ha convertido en algo así como el chorizo en la paella: que sólo le gusta a los ingleses. Pero el equipo estaba desatado, Valverde convertido en una suerte de Hulk que dominaba medio campo sin ponerse demasiado verde y el equipo, quién lo iba a decir, jugando al fútbol.

Nada más llegar de vestuarios, el otrora Pajarito, ahora convertido en un pterosaurio celeste, metió en la jaula el 2-1, a pase de Modric y de rebote. La Real, que ya estaba deshecha como un azucarillo como un café, desapareció por completo del campo. Los detalles de sus jugadores, tan centelleantes en el primer tiempo, acabaron, más aún cuando las fuerzas, a partir del minuto 60, se le derrumbaron a los dos equipos: del galope al trote y gracias. Con ese trote y gracias, Modric embocó el tercero y sentenció el partido, ya con Bale sobre el campo.

Bale, precisamente, fue decisivo en ese tanto y se marcó un par de extraordinarias jugadas que no acabaron en gol porque Isco y Benzema no estuvieron finos, o no supieron interpretar, sus centros finales. Al galés el Bernabéu, tan proclive a dejarse influenciar por los mensajes presidenciales vertidos en la Prensa, le pegó una pitada monumental cada vez que tocaba el balón. A Bale eso de los pitos y los aplausos le da igual, porque tampoco es su tema. Lo suyo, ya saben, es Gales, Golf y Madrid, en ese orden. Y seguirá llevando el 11 del Madrid unos cuantos partidos para desesperación de algunos.