Otra vez el Borussia… 35 años después

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Santillana, Butragueño y Cholo tras el cuarto gol al Borussia. Foto de Alfredo García Francés
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Pocos podían aventurar cuando se sorteó esta fase de la Champions que en la última jornada de la fase de grupos el Real Madrid iba a estar en la situación en la que se encuentra. Lo mismo puede acabar como primero que terminar eliminado a las primeras de cambio. El azar es a veces caprichoso, y la enésima demostración es que el Real Madrid se juega la clasificación contra el mismo rival con el cual se disputó otra eliminatoria vital hace 35 años. Y, curiosamente, con tan solo dos días de diferencia: 9 de diciembre contra 11 de diciembre. 2020 contra 1985. Casi como ese mismo día de hace siete lustros, el Real Madrid se juega seguir vivo en Europa ante el Borussia Mönchengladbach.

Cuando en noviembre de 1985, en Ginebra, el sorteo deparó al Borussia Mönchengladbach como rival para los octavos de la Copa de la UEFA, no sentó ni bien ni mal en el club blanco. Únicamente se emplazaban a estudiar al equipo alemán. Venían escarmentados de la anterior eliminatoria ante el Chernomorets. Todo el mundo consideró asequible al conjunto ruso y el Madrid sufrió para pasar la eliminatoria. El que sí se congratuló con la suerte que tuvo fue el conjunto germano y es que el nombre del Real Madrid tenía mucho tirón en el país. Por dicho motivo, para el partido de ida decidieron cambiar el estadio donde recibir a los blancos. De jugar en el habitual Bökelberg se ‘mudaron’ a Düsseldorf para aprovechar la mayor capacidad del Rheinstadion y de esa manera llenarlo para redondear el presupuesto de la entidad.

La hecatombe de Düsseldorf

El Madrid viajó a Alemania cosechando resultados desiguales en el campeonato liguero tras el sorteo. Tras perder 2-0 en el Camp Nou, ganó al Cádiz 3-1 en el Bernabéu para a continuación caer derrotado en Zorrilla por 3-2 ante el Valladolid. Para jugar en Alemania, Molowny, entrenador madridista, tuvo problemas en la defensa (Sanchís estaba sancionado) por lo que tuvo que tirar de Salguero para cubrir su posición. Molowny salió con una táctica precavida pero sin montar un once defensivo. Gran parte de la primera parte fue de tanteo y el Borussia vio pronto que el Madrid estaba sin ideas, aterido en el frío alemán. Y en el tramo final de los primeros 45 minutos, los morados (así vistió el Madrid en Alemania) se vinieron abajo. Primero con un gol germano de Mill que dejó serias duda de su legalidad, parecía que el balón había traspasado la linea de fondo cuando centró Lienen. Poco después, un centro del Gladbach al área fue introducido por Salguero inexplicablemente en su portería. Con 2-0 el Madrid se iba al descanso.

El marcador, con el desastre de la ida
El inapelable 5-1 de la ida

El partido no pintaba bien. El equipo andaba perdido, la temperatura estaba bajo cero, el agua nieve no paraba y cada vez el terreno de juego estaba mas duro por la helada. El Borussia vio la debilidad del Madrid y salio en tromba en la segunda parte. En menos de un cuarto de hora había marcado dos goles más.. El partido se tranquilizó y el Madrid recortó distancias por medio de Gordillo. Molowny por aquel entonces ya tenia a cuatro delanteros sobre el campo (Hugo Sánchez, Valdano, Santillana y Butragueño), pero ni por esas mejoró el equipo. En el tramo final todo se complicó aún más. Los alemanes marcaron el quinto gol y poco después Gordillo perdió los nervios ante las repetidas entradas de su marcador: le acabó empujando y escupiendo, lo que le supuso la roja y perderse el partido de vuelta.

La vuelta, un polvorín

El postpartido y la vuelta a Madrid fueron un auténtico velatorio. Nadie se esperaba un descalabro similar, pese a que era la tercera vez en la década que el club blanco jugaba en Alemania y se llevaba cinco goles. Molowny se vio ante la Prensa mitad apesadumbrado mitad esperanzado, y aseguraba que si pudiera repetir jugaría nuevamente con el mismo planteamiento. En el aeropuerto, Ramón Mendoza, presidente del club, deslizó comentarios contra el equipo y el técnico; el ambiente estaba tenso. Ya en Madrid, se filtraron ante la Prensa las dudas existentes en la junta directiva sobre la continuidad de Molowny. En vísperas de jugar en Liga ante Las Palmas, el técnico canario asumía que esas dudas eran el pan nuestro de cada día para los técnicos cuando las cosas no iban bien. Aceptaba que tocaba seguir trabajando y estaba dispuesto a ello. Los jugadores  cerraron filas en torno al técnico, asegurando que no era necesario ni lógico un cambio en el banquillo. El equipo canario fue un bálsamo para la hinchada y el equipo. La endeblez de los amarillos se tradujo en una victoria madridista por 5-1, aunque sin jugar un gran fútbol.

Aquello acalló los rumores sobre el banquillo y la semana transcurrió tranquila. En el horizonte estaba el partido de vuelta de la UEFA, aunque antes quedaba el duelo liguero en Chamartín ante el Celta, que la afición dejaba en un segundo plano. No era así para Molowny, ya que a la baja de Gordillo contra el M’gladbach se unían las de Chendo y Hugo Sánchez por cumplir ciclo de tarjetas, por lo cual el técnico canario se veía obligado a practicar con dos onces distintos. Ante el Celta, el Mangas le pidió al equipo una goleada como ensayo previo para la remontada, y los jugadores respondieron. Cierto que recibían al colista, pero aquel 4-0 final seguía dando confianza a todas las partes. Ese era justo el resultado que se necesitaba.

Heynckes, con la mosca detrás de la oreja

La esperanza flotaba en el ambiente, tanto en jugadores y aficionados. Aún se recordaba la remontada ante el Anderlecht de un año antes. Un partido de vuelta ante los belgas muy similar, con un descalabro previo y con una remontada histórica. Al igual que entonces, el equipo blanco necesitaba cuatro goles. En la previa, el técnico alemán no lo veía tan claro. Jupp Heynckes, quien en 1976 ya había conocido lo que era el Bernabéu al caer eliminado en una eliminatoria europea, desconfiaba. Sabía de la fuerza del rival y de la presión del estadio, que se iba a llenar, y no hacía más que recalcar a sus jugadores que no se confiaran. Molowny, por su parte, tenía problemas para componer la lista de convocados. Sanchís fue el ultimo en caer lesionado y el entrenador canario se vio obligado a llamar a dos jugadores del equipo de Tercera División, Mediavilla y De la Calle, para completar el banquillo. Con la moral alta, aunque conscientes de la dificultad, llegó el partido. Molowny sacó toda la artillería disponible haciendo jugar de inicio a cuatro delanteros: Ochotorena, San José, Salguero, Camacho, Maceda, Michel, Gallego, Juanito, Valdano, Santillana y Butragueño eran los hombres predestinados para la gloria.

De pie, de izquierda a derecha: Maceda, San José, Ochotorena, Michel, Salguero y Camacho. Agachados, Butragueño, Juanito, Santillana, Valdano y Gallego.

El Real Madrid salió en tromba para intimidar al rival e intentar marcar cuanto antes. Camacho y Juanito casi lo consiguen, pero fue Valdano a los seis minutos quien marcaba el primero. El estadio rugía y el equipo presionaba. El ritmo era frenético y difícil de mantener, pero el Madrid seguía y nuevamente Valdano marcaba el 2-0 a los 18 minutos. El Borussia estaba hundido, pero los blancos se calmaron un poco. Quedaban 70 minutos y la mitad del milagro se había realizado. Los alemanes consiguieron sortear el peligro, y aunque los blancos tuvieron mas ocasiones no lograron marcar el tercero en la primera mitad. Para meter miedo a la parroquia local, Salguero cometió un error y Mill se plantó solo ante Ochotorena, aunque por suerte errando el disparo al lanzarlo alto.

Durante la ingesta del bocata en el descanso, el aficionado empezaba a dudar. Había ocasiones pero el Borussia había logrado mantener la calma y su portero, Sude, no había fallado. Tras volver de vestuarios, el panorama siguió igual con un Madrid buscando el gol y un Borussia que se defendía. Poco a poco fueron pasando los minutos y los merengues no lograban ver puerta. Parecía que la hazaña iba a quedar en un intento cuando a falta de doce minutos llegó el tercero en una rápida transición. Gallego saca rápidamente una falta buscando a Valdano, éste en el área la toca sin dejar caer para ir hacia Santillana, quien desmarcado golpea la pelota hacia la red. El estadio se vino abajo. La gente enloqueció, el milagro aún era posible. Por aquel entonces, Molowny ya había quitado a San José, un defensa, para meter a Cholo, el quinto delantero.

Los minutos pasaban y hata el 89 no llegó el cuarto. Un saque de banda de Camacho a la desesperada alcanzo el área. Valdano lo cabecea hacia atrás donde Michel engancha un duro disparo. El meta alemán no puede atajarlo y el rechace acaba en los pies de Santillana, quien trastabillado marca el gol de la clasificación. El publico no se lo creía y los jugadores salieron a festejarlo en todas direcciones mientras que Santillana caía al suelo perseguido por Cholo y Butragueño. El escoces McGinlay alargó el partido varios minutos y Molowny decidió perder algunos segundos cambiando a Juanito por Martín Vázquez. El malagueño estaba extasiado y en su salida del campo nos dejo una secuencia maravillosa, la representación máxima del madridismo, saltando y gritando de la alegría como si fuera un aficionado más. El Real Madrid logró la hombrada. La entrega de los jugadores sobre el césped y los gritos de aliento de una hinchada, que llenó con un descarado sobreaforo el estadio, fueron una comunión perfecta.