RM 3 – 1 ATH: Benzema evitó el sonrojo

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Dos goles de Benzema evitaron que el Real Madrid, el mismo que la semana pasada desclavó la tapa de su ataúd para pasear con garbo por Liga y Champions, se pegase un morrazo de aúpa y dilapidase, en la jornada intempestiva supercopera de este miércoles,  lo conseguido en el Pizjuán y ante el Atlético. Porque los blancos jugaron contra diez durante 77 minutos, y no cerraron el partido hasta el alargue del segundo tiempo y justo después de que Courtois salvara el empate a remate de Vesga. Es el Madrid de las dos caras de siempre, lo que pasa es que esta vez enseñó la fea pero se llevó los puntos.

El Madrid de Zidane debió mirar la hora a la que empezaba el partido, las 22:00, y decidió ayudar a todos los que padecen insomnio con un primer tiempo soporífero. Toda la energía que había transmitido el equipo ante Sevilla, Gladbach y Atlético desapareció. No como por arte de magia porque todo el mundo lo esperaba, pero el equipo que se presentó ante el Athletic, pese al único cambio de Casemiro, sancionado, por Valverde, no tenía nada que ver con el de la semana anterior. La intensidad, dicen.

El Madrid casi ni pudo aprovechar que Raúl García, viejo conocido de tantatantanes desde hace más de un lustro, se autoexpulsó en trece minutos. Dos tollinas al tobillo de Kroos fueron suficientes para que viera dos amarillas, y ya antes le había dejado otro recado a Modric de los que te dejan el pie como una bota. Expulsión justísima, pero el Madrid, después del desgaste de la pasada semana, decidió no exprimirse demasiado y recuperar el aliento. En el caso de Modric, a su edad, normal.

Pero hay casos que no se explican. Por ejemplo, el de Valverde. Zidane se ha empeñado en hacer del Pajarito una especie de Lampard y le coloca en la frontal del adversario cuando el Real Madrid ataca. Para eso, lo mejor sería poner a Rodrygo, que no jugó contra los Leones y que, además, cuando sí tiene minutos Zizou le aleja del área. Ataques de entrenador, se llamaban esas cosas antiguamente. Y otra cosa que no se explica es la insistencia en Vinicius. Si se acuerdan, los satélites mediaticomadridistas nos vendían que era Garrincha y que su déficit en el remate se solucionaba entrenando. Han pasado tres años y no sólo es que Vinicius siga teniendo serias dificultades en la finalización: es que es mucho peor futbolista que entonces. Benzema sigue sin esconder su desesperación con el fútbol del brasileño, y es normal. Nos pasa a todos.

El Madrid, pese a todo, y sin hacer nada del otro mundo, se fue al descanso en ventaja. Algún tiro lejano, centros bombeados al área y cuando el alargue del primer acto agonizaba, Kroos recogió en la frontal, sacó el putt y embocó pegado al poste derecho de Unai Simón. El Athletic, deprimido por su clasificación liguera y con diez desde el primer suspiro de partido, se llevaba un mazazo justo sobre le descanso. Coser y cantar.

Pero el Madrid es de esos equipos que necesitan marcha. Como Leticia Sabater. A mediodía (a medianoche, en este caso) alegría. Al Athletic le bastaron seis minutillos intensos en el arranque del segundo tiempo para que Capa, aprovechando un error en cadena de Vinicius, Mendy y Ramos, elevara el empate. Tocaba volver a remar. Y Zidane tiró de Asensio… y de Isco. Que es como ir a la Batalla de Midway armado con un tirachinas. Pero funcionó, y no precisamente por ellos. Un centro de Carvajal lo remató Benzema de cabeza inapelablemente, con la defensa del Athletic a por uvas. Y el Madrid, que parecía enfrascado en uno de esos partidos que se van por el sumidero, de improviso se encontró con los tres puntos en el zurrón, más aún cuando Vesga se estrelló contra Courtois en un mano a mano en el alargue y en la jugada siguiente Benzema, otra vez él, cerró el resultado con el tercer tanto blanco.

Pero fue un partido en el que los de Zidane volvieron a enseñar sus miserias. Cuando lo más complicado, meterse en la pelea por todas las competiciones, estaba hecho, el equipo le puso bastante empeño en lanzar los remos al río y pasarse unos días a la deriva. Hay tics que no los soluciona ni Freud.