RM 4 – 1 RSO: Del atragantón al martillo pilón

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Fue una victoria remontando, pero en un partido plácido. El Real Madrid aprovechó el empate del Sevilla en Vitoria para golear (4-1) a la Real Sociedad, reponiéndose a un gol de Oyarzábal en el minuto 9, y poner pies en polvorosa en el liderato. Y de paso, y pese a que el equipo sigue atravesando (pese a los cuatro goles, sí) una etapa de falta de mordiente arriba, llenarse de moral de cara al trascendental partido de Champions del miércoles, donde toca remontar.

Con el PSG asomando por el horizonte, un compromiso que será el que le ponga nota a la temporada del Real Madrid, los de Ancelotti parecieron complicarse el encuentro ante la Real innecesariamente. O quién sabe, lo mismo lo hicieron para tener un entrenamiento de activación más exigente. La cuestión es que Carvajal derribó dentro del área a Silva de un pisotón en una jugada absurda y Oyarzábal, el mismo que lanza los penaltis con saltitos de grulla, obvió el pajarraquismo y cruzó un zapatazo imparable para Courtois, y para un mix de Banks, Maier y Zamora juntos también.

Era el minuto 9 y el Madrid iba a tener que remar para amarrar la victoria y para que su moral no se viera dinamitada ante el choque con los parisinos embappeseros. Los blancos controlaban el juego, pero de una manera extraordinariamente dispersa. Ni Camavinga ni Modric eran capaces de encontrar espacios, pero la presión adelantada que el francés permite, más aún si juega un Rodrygo cuyo desgaste defensivo es muy superior al de Asensio (que a cambio aporta más pegada), impedía a la Real tener el balón en exceso. A partir de los veinte minutos de encuentro, los de Imanol prácticamente vivieron de intentar encontrar un pelotazo a Isak que desahogara al equipo, ahogados en el esfuerzo del Madrid en campo contrario.

Mikel Merino, otrora un centrocampista de altísimo copete, no daba una a derechas. Silva acusaba la edad. Y sólo Illarra mantenía a duras penas el perfil. Con un centro del campo que dejaba demasiados espacios defensivos por el centro, los goles llegaron desde fuera del área, cuando el Madrid era un vendaval de esos que te despeinan el flequillo incluso cuando sólo les ves por la tele. Camavinga, zapatazo que rozó en Illarra, llevó las tablas al marcador. Modric, con un zurdazo tras bailar a Silva, clavó el segundo. Todo en tres minutos, con un gol anulado a Benzema (otro transparente hasta entonces) que pareció injustamente no validado por el VAR. Pim, pam. Dos chutazos, dos goles. El martillo de Thor.

Y es que al Madrid no le hizo falta siquiera jugar extraordinariamente bien. Hasta los dos goles en dos remates desde fuera del área (además del anulado a Benzema), la producción ofensiva blanca fue casi nula. Lo mismo sucedió en el arranque de la segunda mitad. La Real cambió el dibujo a un 4-3-3 intentando recuperar el pulso del juego, pero el Madrid controlaba a placer, aunque con el colmillo menos afilado que la cabeza de un chupachups hasta que el choque se resquebrajó. Porque el partido se jugaba en el área de Remiro, pero peligro, lo que se decía peligro, no había, salvo un remate de Benzema que sacó sin demasiados apuros el meta realista.

A Ancelotti debe preocuparle el hecho de que Vinicius volvió, y ya van varios partidos seguidos, a ser casi completamente intrascendente, más preocupado en peleas tontas que en jugar, que es lo que debe hacer. Y lo que es peor, de repente el equipo no encuentra la fórmula de activar en ventaja al brasileño, y su presencia es fundamental para que el equipo ofensivamente sea amenazante y poderoso. En una de las pocas ocasiones en que le encontraron con opciones de ser Vinicius y no un espectro, Elustondo le derribó justo en la línea del área, lo que permitió a Benzema marcar el 3-1 desde los once metros.

Con la Real ya derrotada, los brazos abajo y las manos imaginariamente metidas en los bolsillos de las calzonas, Carvajal pudo redimirse del atragantón que hizo pasar a su equipo con ese penalti absurdo al comienzo, y le dio a Asensio, que acababa de entrar, un caramelo para que el balear, sin necesidad de quitarle el papel siquiera, hiciera el cuarto. Un gol en jugada combinativa, por fin. Los tres puntos se quedaban en casa, el termómetro de la moralina se disparó y el PSG puede echarse a temblar, aunque el hecho de que no esté Casemiro da un poco de tembleque en las rodillas. Veremos el miércoles, que hay ganas.