CHE 1 – 3 RM: Benzechampions League

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Otro hat-trick de Benzema, como ante el PSG. Pero esta vez fuera de casa, y en la ida. Tres goles del francés certificaron un partido soberbio del Real madrid en casa del Chelsea, el vigente campeón, que pareció un mero sparring ante el equipo de un Ancelotti que eligió el mejor escenario posible para hacer el quite del perdón tras sus errores tácticos ante el Barcelona. Havertz hizo el gol blue, pero el 1-3 con el que los blancos afrontarán la ida en seis días parece un colchón más que confortable para pensar que las semifinales son más que posibles. Se puede soñar en esta Benzechampions League, once goles en ocho partidos de la UCL lleva la criaturita.

«He fallado en el planteamiento. Una vez puede pasar, dos veces no me suelo equivocar». Ancelotti analizó ayer sus errores tras la goleada que se llevó el Real Madrid en el Clásico, y pese a los palos que la Prensa (me incluyo) le dimos por su errónea interpretación táctica del choque ante el Barcelona, de recibo es decir que en Stamford Bridge, en casa del campeón de Europa, el italiano enmendó la plana y con una táctica primorosa supo abordar al Chelsea de manera solvente y sin casi pasar apuros.

La clave pasaba por Valverde, claro, el otrora Pajarito y ahora Halcón. El uruguayo entró en el once por el puesto de Asensio, o de Rodrygo, en esa posición que es el único cabo suelto en el once de carrerilla de este Real Madrid. Y el músculo del suramericano, su vitalidad y energía, su capacidad táctica, es justo lo que necesita la MCK, la Modric-Casemiro-Kroos, para volver a aterrar Europa. Si a eso se le añade al polvorillas de Vinicius y a un Benzema en estado de absoluta gracia, es muy complicado hincarle el diente a los del italiano.

Tuvo el Madrid la clásica puesta en escena en Europa, dominado por el equipo local en una ida jugando lejos del Bernabéu, pero se supo sacudir el dominio rápidamente, favorecido por la malísima presión ejercida por un Chelsea que parecía un stradivarius desafinado y que permitió a Kroos ser un mariscal de campo.

Una vez controlado el susto, le dio el balón a los blues. Y a aprovechar las transiciones ante ese espacio que les dejaban sus adversarios al presionar mal y porque los defensas del Chelsea, esos Christensen-Tiago Silva-Rudiger, son como el caballo del malo, pero en peor: tácticamente dejan poco espacio a la imaginación, pero en velocidad parecen el Mercedes de Lewis Hamilton esta temporada.

La primera clara que tuvo el Madrid fue al larguero, un remate de Vinicius a los once. La segunda fue a la cazuela. Un uno-dos entre Benzema y el brasileño que acabó con un centro con la zurda (¡con la zurda!) del canarinho y un cabezazo santillanesco del francés, estético, imparable, inapelable, glorioso. 0-1. Tres minutos después, en una preciosa jugada colectiva, Valverde encontró a Modric, el centro del croata de primeras fue al corazón del área y de nuevo la testa de Benzema, en escorzo, acarició el balón para hundirlo en la meta del vigente campeón de Europa y acallar The Bridge.

Si Benzema necesitaba alguna otra demostración para ser considerado un serio candidato al próximo Balón de Oro, pese a lo que queda por delante, pese a su exhibición en octavos ante el PSG, pese a su temporadón en LaLiga, el francés decidió que no había mejor sitio que Londres para pasar la guadaña y dejar a los británicos con la boca abierta. Excepcional Karim, y ésta vez no en la ‘asociación’, sino en el remate. Está de dulce y su presencia es fundamental en este equipo.

Con el 0-2, con esa demostración inapelable de un Real Madrid que no sólo no sufría, sino que se sentía a gusto (todos salvo un Mendy a quien en partidos gordos se le ven todas las costuras), llegó el único error del equipo durante el partido, imposible saber si inducido por Ancelotti o provocado por el arranque de orgullo de un Chelsea que se rebeló contra un destino que ya parecía escrito. Los blancos con medias azules (¡qué horror!) dieron un pase atrás, se pusieron a defender en bloque bajo (eso que siempre ha sido poner el autobús) y Havertz, antes del descanso y también de cabeza, metió algo de miedo en el cuerpo al trece veces campeón de la competición.

Ese tanto de Havertz podía ser una amenaza ante las tradicionales empanadas post-descanso de los blancos, desde tiempos inmemoriales. Pero entonces apareció Edouard Mendy. O Rudiger. O los dos. Un melón de Casemiro lo controló fuera de su área el meta del Chelsea, se confió, se la cedió mal al alemán y Benzema, el único que creía en que ee pase se podía fallar, como en Kiev ante el Liverpool y Karius, aprovechó el regalo para marcar a puerta vacía el 1-3.

Ahí ya fue el despiporre, pero era normal. El Chelsea fue con todo. A muerte. Por tierra, mar y aire, con Lukaku percutiendo como un rinoceronte y la defensa blanca sin Militao, lesionado y además amonestado, por lo que se perderá la vuelta. El empuje del Chelsea fue encomiable, porque fue a base de fútbol, de apretar, de creer. La defensa del Madrid fue numantina, ese escudo les da alas, esto es la Champions y además, como solución de emergencia, siempre aparece un Courtois que parece un querubín de cuello interminable.

El Madrid resistía, y además se dio el gustazo de enfriar al Chelsea hasta pasar los últimos minutos bastante confortable, con el equipo local incapaz de encontrar espacios para poner a prueba a Courtois, y además padeciendo alguna contra que el Madrid, tampoco puede ser fiesta todos los días, no acertaba a marcar.

Cómo sería la cosa que hasta jugó Bale un rato, sin palos de golf a la espalda ni una bandera galesa en la gorra, para desesperación de algunos. En seis días toca la vuelta y el Madrid, en casa aunque sin Militao, defenderá dos goles de ventaja. Si juega como sabe y no a especular, las semifinales son un objetivo más que real. Sobre todo si Benzema sigue a este nivel estratosférico y Ancelotti acierta con la tecla.