RM 3 – 1 CIT: París bien vale estos sofocos

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El Rey es el Rey, y sigue reinando. El Real Madrid estará en la final de París, el próximo 28 de mayo y ante el Liverpool, tras lograr desembarazarse del Manchester City en otro de esos episodios paranormales que sólo pasan en el Bernabéu, sofoco tras sofoco. Con todo perdido, con el partido agonizando y el City ganando 0-1, Rodrygo apareció dos veces en el alargue para llevar el partido a la prórroga (2-1) y una vez en ella, apuntillar al equipo inglés con un gol de penalti de Benzema. La subvelación de los clubes estado, del PSG, del Chelsea, del City, ha fracasado, las tres veces en el mismo escenario, en el Santiago Bernabéu, que no es el Teatro de los Sueños, sino el Castillo del Rey.

El Bernabéu compareció al partido como siempre ante eventos de este calado: encendido, entregado, absolutamente enfervorizado, sin dar ninguna posibilidad en su fe inquebrantable a que el resultado no favorecería a los de Ancelotti cuando la eliminatoria echase el telón y habría que empezar a buscar viajes a París, de donde vienen los niños y donde se juegan finales. El fútbol está hecho para días así, para partidos de eliminatorias, el mata-mata que llaman los brasileños con un acierto maravilloso.

El juego, tras la exhibición de juego ofensivo de la ida, amenazaba con ser un poco más contemporizador, pero los dos entrenadores alinearon a lo mejor disponible de sus extraordinarias plantillas: a por todas. Y el arranque de encuentro no defraudó. El Madrid salió presionando arriba e intentando sorprender en sus vertiginosas transiciones, el City lo hizo buscando los desmarques del incomodísmo Gabriel Jesús y del polvorilla Foden, pese a que Rodri quedaba fuera de foco por el buen trabajo defensivo madridista.

Una tángana tras una falta de Casemiro degeneró en la habitual tángana en la que el agresor (Laporte) se lleva el mismo premio que el agredido pero precursor de la misma (Modric), y sirvió para delimitar el territorio del árbitro, lo que se iba a permitir y lo que no. Había llegada por los dos lados (dos remates altos de Benzema, otro de Vinicius; un par de intentos lejanos de De Bruyne) pero el partido era bastante más enmarañado que el de la semana pasada en Manchester. Courtois tuvo su primera aparición estelar en un remate de Bernardo Silva, tras un error en la salida de Militao.

Y es que el City, perdiendo tiempo en cada saque de puerta, de banda, en cada falta, había logrado atemperar la caldera del Bernabéu, se sentía más cómodo. El Madrid necesitaba encontrar una marcha más, no sólo para tener opciones de pasar la eliminatoria, sino para reenganchar a su público. Los ingleses manejaban el cotarro, se movían con parsimonia pero sabiendo acorralar a un Madrid que se refugiaba en torno a su frontal, bien escalonado, aunque sólo lograba merodear el área de Ederson cuando el partido enloquecía, y eso sucedía muy de cuando en cuando.

Los de Guardiola dispusieron de otra buena ocasión antes de llegar al descanso, un zurriagazo de Foden que rechazó abajo y a su derecha Courtois. Les valía, porque el equipo no se inquietaba en jugar su catenaccio-posesivo, eso de tener el balón todo lo posible, aún a costa de no crear peligro, porque así el rival no te inquieta. Con 0-0 al descanso, con el Bernabéu más pendiente de pitar al árbitro que de animar a su equipo, el Madrid necesitaba una proeza en el segundo tiempo: el City estaba siendo superior, a los puntos. Y lograr el gol necesario para llegar a la prórroga, o los dos goles para superar la eliminatoria y viajar a París, parecían una quimera.

Más aún cuando en la jugada de arranque del segundo tiempo, a los nueve segundos. Tras un pase sensacional de Kroos a Carvajal, el pase de la muerte de éste lo remató Vinicius… fuera, con toda la portería para él. El Madrid estaba en el partido, al menos. Y al City pareció entrarle cierta congoja, porque pasó diez minutos acorralado, achicando agua, aguantando el chaparrón, afortunado en un par de malos controles madridistas y de inoportunos rebotes en Vinicius que frustraron ocasiones blancas. Pero los de Ancelotti estaban en el partido, y pujantes.

Entre Bernardo Silva, De Bruyne y Rodri intentaban calmar al dragón blanco, pero el Madrid, en esa especie de caos en el que se desenvuelve tan bien mientras los enemigos empequeñecen, mantenía la esperanza. Ancelotti trató de reactivarla metiendo a su talismán, a Rodrygo, el hombre gol en momentos decisivos, y para ello quitó a Kroos del campo. Una mala elección.

Porque el Madrid se desordenó, el City tuvo una transición al galope inmejorable, con Bernardo Silva conduciendo: su pase encontró a Mahrez y el francoargelino clavó un zapatazo por el palo corto de Courtois que puso la cosa en chino mandarín: 0-1 con apenas 17 minutos por jugar. Y con Ancelotti desmontando el mítico centro del campo del periodo histórico, el Modric-Casemiro-Kroos. Con el gol del City los tres se marcharon a vestuarios. Eso sí que es una señal del fin de una era. Porque el Madrid jugó a la desesperada, balonazos al área, intentando pescar alguna que prendiera la llama.

Pero el que pescaba ocasiones era el City. Una trivela de Cancelo tuvo que ser despejada en palomita por Courtois, que luego hizo un paradón estratosférico a remate de Grealish. Entre medias, Mendy salvó milagrosamente bajo palos un disparo del mismo Grealish. El Madrid no moría intentando morder, sino siendo el hueso, sólo Camavinga en el centro del campo, sosteniendo todo no se sabe muy bien cómo. Y de repente, el éxtasis.

Apareció Rodrygo en el 90 para meter el 1-1 y darle al Bernabéu el oxígeno que provoca todos los incendios en este estadio desde 1947. Y en la jugada siguiente, un minuto después, el brasileño hizo con un tremendo testarazo el 2-1. Y no marcó el 3-1 poco después de milagro. Las cosas del Bernabéu. La eliminatoria se iba a la prórroga, con todo por decidir, el Rey no se iba a dejar matar así como así en esta insurrección.

Si han llegado hasta aquí leyendo esta crónica, habrán advertido que no se había mencionado a Benzema desde muy al principio. Porque el francés estuvo muy tibio hasta el arranque del tiempo extra. Se anticipó a Rubén Dias dentro del área, provocando el penalti del central portugués, y marcó el lanzamiento desde los once metros aguantando las provocaciones de Ederson y de Fernandinho. Por primera vez en la eliminatoria, minuto 95, en la prórroga de la vuelta, el City se veía obligado a atacar, olvidando su fútbol tostón. Una ocasión de Fernandinho tras remate de Foden y paradón de Courtois fue su única señal de vida en la primera parte de la prórroga

Se lesionó Militao, tuvo que entrar Vallejo, y Ancelotti tiró también de Lucas Vázquez para refugiarse en defensa de cinco con Carvajal como central extra. El City andaba empecinado en meterse dentro de la portería con el balón, y al Madrid le venía fenomenal para aguantar, pidiendo aire en cada interrupción, menudo sofoco. El sofoco del rey. París bien vale estos sofocos.