RM 2 – 1 SHA: Del vendaval a la angustia

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El Madrid fue un torrente, pero sin puntería, y acabó acongojado ante el Shakhtar en el tramo final porque podía perder los tres puntos por su falta de puntería. Los de Ancelott ganaron (2-1) al Shakhtar, en la tercera jornada del Grupo F de la Champions, y su pase a octavos está más que encarrilado. Pero los goles de Rodrygo y Vinicius fueron demasiado pocos para los méritos blancos, y el resultado tan estrecho puso algo de angustia al tramo final del partido.

Hay veces que, aunque el rival que tiene enfrente sea endeble, da gusto ver jugar al Madrid. Ante el Shakhtar, los de Ancelotti fueron un vendaval durante 35 minutos del primer tiempo. La receta del técnico italiano para esta temporada es sencilla, y ya no es no mucho menos que la de las temporadas pasadas. Ahora sus pilares son otros.

Si la temporada pasada los ejes del equipo eran el centro del campo Modric-Casemiro-Kroos y las genialidades de Benzema, este curso Ancelotti ha decidido recetar espidina para el centro del campo, gracias al dinamismo y velocidad en conducción que aportan Tchouameni y Valverde, y jarabe de palo para la delantera, porque Rodrygo y Vinicius han crecido tanto que están para que los alinée Chus Mateo en el equipo blanco de básket.

Lo de Tchouameni y Valverde es, sencillamente, un escándalo. El francés está siempre donde se le necesita, hace exactamente lo que se requiere, todo lo realiza de manera eficaz y no pide propina. Su presencia en el once aporta un despliegue físico impresionante, porque Aurelien abarca un mapamundi, de los redondos o de los terraplanistas, da igual.  Por su parte, el uruguayo es como soltar a un caballo en un rodeo. Le llamaban Pajarito, ahora hay que llamarle Halcón pero realmente se ha convertido en un Caballo Pinto, el que llevaban los indios nativos americanos en los westerns. Al charrúa no hay quien le pare cuando arranca, y ha alcanzado un grado de madurez táctica esplendorosa.

Mientras, por arriba los polvorillas Rodrygo y Vinicius se bastan para liquidar al más pintado. Ya, se puede decir, no necesitan siquiera a Benzema. Si el francés se les une, y durante ratos del primer tiempo lo hizo a un nivel sublime, el Madrid se convierte en el Festival del Vino, venga a descorchar. En un Madrid desatado, los dos brasileños materializaron dos de las innumerables ocasiones blancas en el primer tiempo para llevar un plácido 2-0 al marcador que podía ser, tranquilamente el doble. O el triple.

Sin embargo el Madrid sigue sin carburar defensivamente en momentos puntuales, y eso le cuesta goles. El Shakhtar deambulaba por el campo sin saber siquiera el color del balón, porque no lo olía más que para sacar de centro, pero apareció la Maldición de Lunin: el portero ucraniano, cada vez que juega, se lleva para casa el haber encajado un gol que podría ser candidato al Premio Puskas. Esta vez se lo hizo Zubkov de tijera, y al descanso el 2-1 se antojaba más que engañoso.

Siguió el partido por los mismos derroteros en la segunda mitad. El Madrid llegaba con facilidad al área de Trubin, pero no era el día de la puntería. El Shakhtar apenas salía de campo propio, comprimido por la potencia del centro del campo del Madrid, y con Benzema desatado fuera del área, parecía inexplicable que no llegara el tercero. Y aunque el cuadro naranja no amenazaba, el resultado tan corto sí que lo hacía.

Lo que aún fue aún más inexplicable fue la desconexión del Madrid a partir del minuto 75, coincidiendo con la marcha del verde de Tchouameni. El Shakhar, de repente, se creyó que podía cambiar el sentido de la guerra, perdón, del partido, y rascar un puntito tras resistir el asedio, eso lo llevan los ucranianos en el ADN. El Madrid llegaba con menos intensidad, pese a que remató catorce veces sobre la meta naranja, pero los ucranianos tuvieron también más presencia ofensiva, pero sin premio. Así que el Madrid ató el tres de tres en Champions y espera cerrar el pase a octavos en Varsovia, el próximo martes, ante el mismo rival.