SHA 1 – 1 RM: Rudiger evita la tradición otoñal

0
-publicidad-

Se ha convertido en costumbre madridista, una especie de estúpida tradición otoñal, que el equipo se estrelle en la Champions contra un equipo de la Europa del Este en la fase de grupos. Luego el resto de la Champions saldrá como saldrá, pero los blancos parecen empeñados en que la travesía por la Copa de Europa siga siempre un camino. En Varsovia, ante el Shakhtar, un Madrid repleto de suplentes logró empatar de milagro (1-1) en el último segundo de partido, evitando el bochorno pero dejando las mismas preocupantes sensaciones que viene enseñando desde que ganara en el Metropolitano.

Hace dos temporadas, el equipo madridista perdió los dos partidos de la fase de grupos ante el Shakhtar, dos derrotas que le pusieron contra la espada y la pared antes de lograr su clasificación a octavos. La temporada pasada, fue el modestísimo Sheriff Tiraspol el que logró ganar en el Bernabéu. Esta vez, Rudiger evitó el bochorno con un gol milagroso.

Ancelotti, pensando en el partido ante el Barcelona del próximo domingo, rotó, y rotó tan a conciencia que jugó hasta Hazard. Es curioso lo del belga; fichó como refuerzo estrella, una lesión le apartó de toda dinámica y ya nadie le pasa una. Entre que llegó pasado de peso, que sus hechuras son de indolente sean éstas las que sean (pero no me negará usted que cuando le mira no le da sensación de que es bastante timido a la hora de repartir esfuerzos) y que no ha cuajado igual que no cuajaron grandes jugadores en el Bernabéu, se ha convertido en el muñeco del pimpampún.

Hazard, que no se parece en nada al chico que jugaba en el Chelsea, no estuvo especialmente mal, ni tampoco estuvo especialmente bien. Si le hubieran enchufado un termómetro, el mercurio diría que estaba a la misma temperatura del resto del equipo, el mismo que parece haber entrado en barrena desde que ganó en el Metropolitano. No, no fue culpa del belga, sino de todos. Sólo Rudiger y Nacho, muy serios en el eje, rendían a un nivel más que notable.

El Madrid apenas fue nada en el primer tiempo, salvo dos minutillos pasada la media hora que permitió dos ocasiones consecutivas. Sí, controlaba el juego, como si el Shakhtar hubiera tratado de impedirlo en algún momento, pero cuando Stepanenko y Sudakov se encontraban, y Mudryk era capaz de encontrar algún resquicio por donde colarse, los ucranianos enseñaban las uñas debajo del disfraz de gatito naranja.

El zarpazo llegó nada más regresar del vestuario, tras un primer tiempo bastante anodino: un balonazo al área del Shakhtar pilló al de siempre, a Mendy, pensando que el mundo es plano y se acaba justo a su espalda. Este chico tiene un agujero negro ahí. Por ese espacio apareció Zubkov para cabecear sin oposición (sí, el francés ni siquiera saltó) y superar a un Lunin que pareció que podía hacer más.

Ancelotti tocó a rebato, dejó de pensar en LaLiga y metió sobre el campo a Vini, Modric, Camavinga, Alaba y Asensio. Pero los sustos los seguían pegando los de Jovicevic: un remate al larguero de Lassana Traoré, un par de disparos que se marcharon cerca de los postes de la portería de Lunin…

El Madrid no fue capaz de encontrar el gol. El equipo parece empeñado en que brille Benzema, en que marque Benzema, en que asista Benzema. Y eso provoca un embudo. Una aparición de Vinicius, de cabeza en área pequeña, pudo suponer el empate, pero no fue hasta el último segundo del alargue, minuto 95, cuando Rudiger cabeceó un centro de Kroos para, soportando una tremenda colisión con Trubin, el portero ucraniano, hacer el empate, dar el pase a octavos y poner fin a la estúpida tradición otoñal madridista.