RSO 2 – 0 RM: Militao se convierte en Sergio Ramos

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Perdió el Madrid 2-0 ante la Real a apenas cinco días de la final de Copa en Sevilla, y dando otra vez una imagen que no fue mala al principio pero que degeneró en paupérrima, tras encajar un gol de chiste, sufrir una expulsión escandalosa y dimitir del partido. Un encuentro en el que Militao, que empezó en modo Dios, terminó pareciendo el Tío Calambres de la canción de Luis Aguilé. Un central que puede ser legendario pero que cuando se desconecta comete errores groserísimos. Una suerte de Sergio Ramos y sus canelitadas, pero en versión brasileña. Militao y sus caipirinhadas, o algo así. Habrá que buscarle nombre.

Y eso que el partido que hubo en el Reale Arena fue de los buenos. De los de verdad. De los que gustan. Pese al mamarrachismo previo, con música y unos tipos disfrazados de Superhéroe. En cuanto el balón comenzó a rodar, que es lo único que le interesa al aficionado al fútbol, hubo eso, fútbol. Un partido intenso, donde no se rehuía el choque, ni el fútbol de ataque, ni ser expeditivo en defensa. Lo que viene siendo el balompié desde que se inventó, hasta que los que se consideran inventores decididieron que fútbol sólo es tener el balón sin saber qué hacer con él.

En ese maremágnum de sensaciones, de corazones desbocados, de gritos y de sudores fríos recorriendo la espalda, irrumpió un Militao que, de repente, se ha convertido en Sergio Ramos. Para lo bueno, porque es un defensa colosal, impecable, y con una presencia formidable en el área contraria gracias a su potencia de remate. Pero también para lo malo. Porque cuando no está concentrado, con los cinco sentidos puestos en el juego, comete unos errores groseros que dejan a su equipo indefenso. En el Reale Arena, eso que siempre ha sido Anoeta, dio su segunda exhibición consecutiva de andar desconcentrado, tras lo de Girona.

Y eso que Militao comenzó el encuentro en plan mandón, ganándole los duelos a Sorloth junto a Rudiger. Dos ocasiones a balón parado, impecables, forzando un paradón de Remiro y lamiendo el poste izquierdo de la meta realista. Entre medias, una ida de olla de esas que ponen la piel de gallina, sacando la pierna sin sentido en una penetración de Oyarzábal y retirando la pierna quién sabe si a tiempo o no, el VAR decidió que las milésimas fueron a su favor. Pero ahí comenzó a chisporrotear y la traca, recién prendida, explotó en el arranque del segundo tiempo con un error descomunal que permitió a Take Kubo, la ley del ex, machacar a Courtois sin oposición.

Hasta ahí, el partido fue muy bonito. Sin Vinicius ni Benzema pero con Mariano, el Madrid no le perdía la cara a la Real en su estadio, y era capaz de crear peligro, aunque también de sufrirlo. Así fue hasta el error de Militao, que al cuarto de hora aumentó por un doble error, el del colegiado. Pulido Santana expulsó a Carvajal por una doble amarilla en diez minutos; la primera, por pedir tímidamente una amarilla tras una entrada durísima de Mikel Merino y la segunda, por anticiparse en una disputa por el balón a un rival que llegó más tarde. Nacho tuvo que llevárselo tapándole la boca, pero era para haberle escrito al colegiado grancanario dos tablas como las de Moisés repletas de recuerdos amables a sus allegados.

El partido andaba ya liquidado. El Madrid no se jugaba nada, la final de Copa del sábado asomando, el rival hiperventilando para sumar de a tres y asegurarse puesto en Champions… Ancelotti, que tiró de Mariano de inicio, metió a Álvaro Rodríguez, y más tarde cambió a Asensio para metar a Sergio Arribas. Mal momento para tratar de tirar de canteranos como revulsivos, porque no era el día. El equipo blanco estaba fuera del partido, desconectado. Decidió que era imposible y el gol de Barrenetxea a cinco del final sólo certificó que LaLiga hace tiempo que le dejó de interesar, siquiera un poco, a este Real Madrid. Veremos la Copa… y la Champions. Pero ahora mismo casi es una bendición que Militao no juegue ante Haaland.