RM-OSA: La fiesta del tiburón y del lobo

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Anda suelto por Sevilla un tiburón. Blanco y sediento de títulos, después de habérsele escapado LaLiga de manera incomprensible y pese a que la Champions, su hábitat natural, aún es posible. Pero esta noche (22:00, La1 y Vamos) el tiburón no lo tendrá fácil, en absoluto. Porque enfrente hay un lobo hambriento, que nunca ha probado un bocado del gran buffet de los títulos y que está ante la gran oportunidad de su vida. Real Madrid y Osasuna disputan la gran final de la Copa del Rey, la fiesta del fútbol español, y el encuentro es mucho más reñido de lo que dicen los pronósticos.

El tiburón blanco es, claro, el Real Madrid, que busca su vigésimo entorchado copero. Es la Copa del Rey una de esas excepciones a la regla de que los madridistas son los grandes depredadores del planeta fútbol. Ganar el Campeonato de España de Fútbol, que ésa y no otra es la denominación oficial de la Copa, le cuesta media vida. Hacía nueve años que el Madrid no se asomaba al balcón de una final copera, pero esta campaña, con LaLiga tirada a la basura demasiado pronto, tal vez sea el salvavidas que necesita la entidad para que la campaña 22-23 no sea un borrón, por mucho que la eliminatoria de semifinales de Champions ante el Manchester City esté a la vuelta de la esquina.

Ancelotti no es tipo de demasiadas rotaciones, así que alineará a su equipo de gala en La Cartuja, con la excepción del recién recuperado Luka Modric, que deberá aguardar por unos minutitos en el banquillo siempre y cuando sus sensaciones sean buenas, que si no ni eso. La única duda de Carletto en un once que se recita como los clásicos, de carrerilla, es si Nacho o Camavinga ocuparán el lateral izquierdo o si el francés será mediocentro, en cuyo caso Tchouameni será suplente. El resto, ya saben, todos los dientes de la dentadura del tiburón, incluyendo a un Vinicius que vuelve tras cumplir sanción disciplinaria en Liga. El hombre, por lo visto, se queja cuando le sacuden y eso es algo intolerable.

Al otro lado del ring estará Osasuna, que sólo una vez, en el Calderón y ante el Betis, se ha visto en una final copera, con la posibilidad real de ganar un título. Fue hace dieciocho años, demasiados, y por eso la afición rojilla ya había tomado masivamente las calles de Sevilla el viernes. Es precisamente Sevilla una ciudad que a este Osasuna le sienta bien: eliminó a los dos equipos de la ciudad en su deambular copero además del Athletic. Es un lobo al que ya no le hace falta ni la piel de cordero: cuando muerde su presa cae redonda.

Arrasate, entrenador rojillo, tiene las bajas de Darko Brasanac y del lateral derecho titular Nacho Vidal, por lo que todo a punta a que fortifacará esa posición con dos jugadores, Moncanyola y Peña, para tratar de frenar a Vinicius, la gran amenaza. Mientras, cada vez suena con más insistencia la posibilidad de que sea Chimy Ávila el delantero titular, en vez de Ante Budimir. La brega y la capacidad goleadora del argentino pueden suponer un enorme desgaste para los centrales blancos, demasiado descentrados en estos últimos encuentros, antes de que el croata salga en el segundo tiempo para aprovechar el cansancio de Militao y Rudiger.

Es un experimentado y apuesto capitán de fragata contra un cabo recién licenciado que apenas aprendió a fregar la cubierta. Pero es la Copa del Rey, la gran fiesta del fútbol patrio. A un partido todo puede pasar. Pajaritos contra elefantes, pero esto no es cuestión de peso, sino de fútbol. Que ruede el balón.