El sábado pasado estuve en una fiesta rural de una pequeña aldea cercana a mi municipio. Un día de regocijo, alcohol, sonrisas y música como sólo la gente que ha visitado alguna vez un pequeño pueblo puede imaginar y comprender. Para lo bueno y para lo malo.
El fútbol fue tema casi central de la jornada por aquella final de Copa que todavía seguía reciente en la memoria. A pesar de que el anfitrión nos tuvo prohibido sacar el tema, hubo tensos debates sobre muchas cuestiones de actualidad: el nuevo campeón, las elecciones próximas, la capitanía de Casillas y, sobre todo, el entrenador.
Me paré a pensar en un momento de la tarde la cantidad de mourinhistas que todavía quedan en pie. Nos quieren hacer creer que no, que esa corriente casi maligna hace tiempo que desapareció pero, a pesar de los resultados, sigue teniendo mucha fuerza. En aquella pequeña casa estábamos más o menos al cincuenta por ciento. Mourinhistas contra piperos, ya saben ustedes. Reflexioné sobre el tema y me di cuenta de cuánta fuerza ha reunido Mourinho para que, en una temporada tan mala deportivamente, siga habiendo tantísima gente a su favor. Eso no lo ha conseguido nadie, ni siquiera Del Bosque con mejores resultados que él. Es de elogiar, de admirar y, sobre todo, de respetar.
El mourinhismo sin embargo, va mucho más allá de Mourinho. Es una nueva corriente social que antepone la meritocracia y la autoridad de los escalones directivos del club a cualquier fama o título conseguido. Es una vertiente filosófica que quiere un Madrid limpio de extraños, exento de un mando mediático que condicione las decisiones y desvele los planes inmediatos del entrenador. El mourinhismo busca un club serio, de futuro y, más que nada, internacional.
De eso mismo va la anécdota que hoy les quiero describir. En un momento dado de esa fiesta que les narro, entré en discusión con un señor de unos cincuenta años. Comenzamos a hablar de Mourinho, de Cristiano, de Casillas y el tema acabó llevándonos a un jugador del que nunca me imaginé que pudiéramos llegar a tratar: Essien. El señor en cuestión me dijo que le molestaba mucho ver a Michael jugando para el Madrid, que cómo era posible que un negro jugase antes que un español y que en ese club de cantera debían jugar once jugadores nacionales. Yo, con más voluntad que éxito, le intenté explicar que, aunque él lo creyese así, el Madrid nunca había sido un club canterano, que Zidane, Di Stéfano, Ronaldo, Figo, Puskas, Rial, Gento o Cristiano habían sido comprados y que la cantera era utilizada únicamente como complemento del primer equipo. Nada más. Casi le da un soponcio al escuchar eso.
La conversación siguió cordialmente a pesar de nuestros puntos de vista diametralmente opuestos. Me decía que no, que la 'españolía' debía reinar en el Madrid y había que volver a los viejos tiempos. La cosa comenzó a ponerse más o menos tensa cuando yo le dije: "Mira lo que te digo: a mí me da igual que en el Madrid jueguen más o menos españoles, yo lo que quiero es que gane". Calló, me miró y como si hubiera escupido sobre la mismísima Biblia se echó las manos a la cabeza: "¿Entonces a ti te da igual que jueguen cinco negros en el Madrid?" yo, por supuesto, contesté: "Cinco negros, cinco chinos o cinco marcianos, como si quieren ser los once negros. Yo sólo quiero que el Madrid gane siempre". Creo que hubo un amago de infarto en su persona al escucharme decir aquella 'blasfemia'. Su reacción fue inmediata, pocos segundos más tarde. Espero que fuera por los efectos del alcohol cuando, sin pensarlo dos veces me contestó: "Pues yo pienso justo al revés: ojalá hubiera once canteranos todos los años aunque el Madrid estuviera cinco sin ganar nada".
Y ahí concluyó la discusión, como no podía ser de otra manera.
Volvía después con una amiga y le explicaba lo sucedido. Los dos no salíamos de nuestro asombro y el tema ha ido y viniendo en mi cabeza desde entonces. Hay madridistas así y, por desgracia, no pocos. Los mismos que deseaban que el equipo perdiese la final de Copa, los que querían que viniera un entrenador a poner orden y ahora claman porque ha puesto demasiada. Los que pitaron a Pellegrini, lo hacen ahora con Mourinho y en su día lo hicieron con Cristiano. Una lacra que se extiende por los cuatro puntos cardinales de mi patria, como reza la canción de ese cantante cañí y sesentero que es Manolo Escobar. El madridismo es mayoritario en España y nadie refleja mejor lo que es este país que esa corriente 'nacional-madridista' de la cantera y la españolidad. Dos sociedades en las que predomina el analfabetismo, la incultura, un racismo preocupante y Telecinco. La España profunda que, lejos de ser única de las zonas rurales, también infecta los barrios periféricos de la capital. La del periódico deportivo como lectura y la de Roncero o Lama como ejemplos de periodismo. Una España que se hunde y un madridismo que le ayuda a eso.
Existen, están allí agazapados para salir a levantarte la Copa del Mundo o las dos Eurocopas de la Selección. No entienden, no saben o no pueden diferenciar las dos vertientes diferentes. Los reconocerán por sus pancartas a 'Los Manolos' y por sus faltas de ortografía. No intentes convencerlos y disuadirlos, es tarea imposible y además, entristecedora a más no poder. Es muy triste ver que tu país y tu equipo tiene tanto borrego suelto alardeando de ser campeón del mundo y fan de Tomás Roncero o Gran Hermano.