Esas mismas arrugas se mostrarán al mundo ante el Galatasaray, pero en el campo y fruto de la máxima concentración. Porque Casillas vivirá un examen turco, el que posiblemente sea el examen más difícil de su vida. Porque es un todo o nada. Son las cosas que tiene la meritocracia. Nadie se acuerda ya de Ricardo Zamora, Juanito Alonso o Rogelio Domínguez, ferozmente ninguneados por los que hasta hace cuatro días escribían sobre sus virtudes, sobre sus logros, sobre su palmarés. El día en que los relejos fallan, el tren que se llama Real Madrid manda a su entrenador hacer sonar su silbato y parte sabiendo que nunca volverá a parar en esa estación.
Casillas está con las maletas preparadas. Sólo él sabe si las lleva porque quiere montarse en el vagón que comienza a tomar velocidad pensando en Lisboa o ha guardado sus cosas porque el vértigo le ha ganado y ha decidido quedarse en el andén. De él depende. Sólo y exclusivamente de él. Y esos 90 minuti se le van a hacer muy, muy largos. ¿Te subes?