Llega el Madrid confiante, pero con su afición sumida en un mar de dudas. El equipo, que no había dado una mala imagen aunque su juego distara mucho de ser eléctrico, ofreció una cara horrorosa en Villarreal, concediendo demasiadas ocasiones y con una falta de mordiente preocupante. Ancelotti anticipó en la rueda de Prensa previa al partido que el once diferirá poco del que saltó al césped de El Madrigal, pero todo apunta a que Arbeloa, en el lateral izquierdo, y Khedira, de escudo protector de Modric, jugarán de inicio. Bale parece todavía demasiado poco rodado para partidos de este calibre, pero la decisión de si será él o Di María el encargado de jugar por la banda derecha en ataque se tomará poco antes del duelo.
El Ali Sami Yen no es un estadio que se le dé especialmente bien a los blancos, porque en sus dos visitas se han ido a casa con el rabo entre las piernas: sendas derrotas por el mismo marcador (3-2), incluyendo el susto que le metieron en el cuerpo los de Terim en cuartos de final de la pasada edición, cuando por unos minutos el 3-0 del Bernabéu pareció que no iba a ser suficiente.
Por cierto, que juega Casillas, nueve meses después en un partido oficial. El Real Madrid, como desde el principio de los días allá por 1902, volverá a saltar al campo con un portero, algo que seguirá haciendo mientras el Reglamento permita que haya un jugador que la pueda tocar, la pelota, con las manos (sin contar los once del Barcelona). Y juegue quien juegue, el equipo tendrá la misma exigencia de siempre: ganar. Para empezar con buen pie el peregrinaje de Este a Oeste, de Turquía a Portugal.