Las dudas antes del partido estribaban en si el Real Madrid se comportaría como un equipo en Barcelona o volvería a ofrecer la tétrica imagen de este 2015. La primera buena noticia para los blancos fue esa: había solidaridad y esfuerzo conjunto. El Madrid soportó bien un primer arreón azulgrana, en el que acosó la meta de Casillas pero sin probarle, y comenzó a estirarse. Fue poco a poco, el tiempo que comenzó a carburar Luka Modric, quien entró algo frío al partido pero que en cuanto le cogió el punto, se hizo el amo y señor. El croata encontró a dos aliados: Marcelo por el costado izquierdo, ante la pasividad defensiva de un Messi que fue un espectro todo el partido, y de un Benzema que en los primeros 45 minutos en Barcelona aparcó su guadianesca depresión para volver loca a la zaga azulgrana.
Se estiró el Madrid, pero se lo creyó tanto tras un remate al larguero de Cristiano que olvidó lo más importante, la manta de Tim, la que si estiras en ataque te desnuda la defensa y al revés. Así que el Barcelona, tras tres llegadas del Madrid con peligro, aprovechó un despiste monumental de Sergio Ramos en un córner para que Mathieu, otra vez él (tercer gol que marca ante los blancos, los dos anteriores fueron con el Valencia) pusiera el 1-0 en el marcador. Primer remate a puerta de los locales, primer gol.
El tanto mató al Real Madrid, que las pasó canutas durante diez minutos más, con Pepe perdiendo la cabeza y demostrando una vez más que por mucho que se vista de buenazo para renovar a cualquier precio, el cable se le sigue pelando. Pero repente, el Madrid resucitó. El equipo pareció durante un buen tramo del partido el del otoño y literalmente barrió al Barcelona del campo. Todo a raíz del gol del empate de Cristiano, llegando con la puntita a remachar un sensacional taconazo de Benzema que dejó en cueros a la defensa azulgrana.
El baile madridista en ese tramo fue tremendo, con el Barcelona paseando sobre el campo como un boxeador medio groggy esperando el crochet que le mandara a la lona y en el que sólo Piqué daba signos de que existía. Pero entre Bravo, con una gran parada a remate de Cristiano, y la falta de pegada, sobre todo en un remate de Bale tras un barullo en el área, salvaron a los locales. Incluso le fue anulado un gol justamente al galés por fuera de juego previo de Cristiano. El descanso fue la peor noticia para un Madrid que tenía al rival muerto sobre el césped y ondeando bandera blanca. Así de mal estaban los de Luis Enrique.
Pero tras la reanudación, el panorama cambió radicalmente. El Madrid salió de nuevo mandón, pero con la guardia excesivamente baja. Otra gran parada de Bravo a remate de Benzema fue el preludio de lo que nadie se esperaba: gol del Barça a la contra. Pelotazo de Alves a Luis Suárez, los defensas madridistas al caloret de la luna de Valencia y Casillas dejándose caer como un saco antes del remate del uruguayo. 2-1, segundo remate a puerta de los azulgrana y segundo gol, y tocaba volver a apretarse los machos para intentar la proeza.
Pero entonces no hubo ocasión. El Barcelona enmarañó el partido todo lo que pudo y más, es fútbol y llorar por ello es de acomplejado, con Mascherano, Alba y Alves como actores principales, y en ese mismo momento la bombona de oxígeno de Modric se apagó: el croata ya no podía ni con los calcetines. Los blancos pasaron a depender excesivamente de un Kroos que no tuvo su partido más acertado, mientras la entrada de Busquets por Rakitic tapaba la otra vía de agua abierta en el acorazado azulgrana. La tapó tanto que el Madrid pudo salir goleado, porque cada recuperación azulgrana era una contra.
Al Madrid se le volvió a torcer el gesto y volvió a evidenciar que algo no funciona. De repente, todos dejaron de correr, todos dejaron de auxiliar al compañero, todos dejaron de sacrificarse por un bien común, así que sólo dispuso de una ocasión en todo el segundo tramo de partido y concedió casi una decena de ellas. El equipo se fracturó entre los que atacan y los que defienden y al Barcelona se le puso el partido cuesta abajo y sin frenos. El mal partido de Messi y la falta de puntería de Neymar y Luis Suárez, quienes necesitan 35 ocasiones cada uno para marcar un gol, evitó que el Madrid saliera del campo con una goleada en el carrito de los utilleros.
A la habitual falta de reacción desde el banquillo, que le concedió 35 minutos extra a Modric como si quisieran que muriera en acto de servicio para poder pasearle bajo palio en Semana Santa, se unió la desidia de un Jesé que en el rato del que dispuso sobre el campo ofreció una indolencia injustificable para quien dice ser canterano y tiene la ocasión de jugar un Clásico: tuvo once minutos, pero ni rompió a sudar, de paseo en paseo.
Así que así se fue el aficionado madridista a la cama tras el partido, con cara de canelo. Extraordinariamente malhumorado después de haber visto signos evidentes de recuperación de su equipo para que luego éste se desplomara otra vez de manera injustificable. Quedan diez jornadas y hay que remontar cuatro puntos. Pero volvemos a lo de siempre: si los del verde no quieren, ni remontada ni gaitas.