Casemiro y Reguilón

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Es un náufrago en una isla desierta. Casemiro se remangó sobre el césped del Camp Nou todavía con la cornada reciente y cantó las verdades del barquero. La temporada del Real Madrid está siendo un desastre, desde la Supercopa de Europa, y los culpables, lo dice él, son los jugadores. Entre pitos y flautas, tenemos a futbolistas que igualan o rondan la misma edad del que se fue que se han desplomado físicamente; está el que hacía jugar mucho mejor al que se fue pero que todavía debe estar buscando a alguien con quien asociarse; hay un galés pensando si a Jordi Alba se le marca mejor con un hierro corto o con un wedge; aparece un alemán que ha convertido su trabajo en tan rutinario que se harta a bostezar mientras la fiabilidad se le escapa a borbotones; hay que un canterano fetén al que de repente el «siempre cumple» que acompañaba su nombre se le ha caído de la tarjeta; el «nuevo Messi» balear hace ya unos meses que no se le ve asomar la patita; el zaguero galo se ha debido pensar que tras ganar el Mundial la aldea irreductible jamás podrá ser asaltada y ha puesto la cabeza en Babia… Podríamos seguir así con todos, absolutamente todos como dice Casemiro, porque es la realidad: el equipo se ha caído.

En esa isla desierta, Robinson Crusoemiro ha lanzado un salvavidas que ha sentado mal a los que se creen que hagan lo que hagan siempre lo hacen bien. Casemiro está mal este año. A veces hasta muy mal. Pero lo dice. Otros prefieren recibir el aplauso fácil, el «eres el mejor, crack», y algunos hasta recompensan a quienes lo propagan por todas partes. Halago tras halago, la sociedad de aplauso gratuito al ídolo convierte a los que eran unos gladiadores en nerones comiendo uvas con el culo bien apostentado en el asiento mientras Roma se quema.

El Madrid quizás no se esté quemando (estéril intento el mío de tapar con un dedo lo que se ve a miles de kilómetros) pero huele a chamusquina. No por que el entrenador sea mejor o peor, sus tácticas más acertadas o desacertadas, sino porque la plantilla, por el Mundial, la edad, la panza llena de títulos o el hartazgo, ha decidido bajarse en cuanto el Titanic chocó con el iceberg mientras la banda, todos esos correveidiles que glosan cualquier pedo que se tire la directiva bajo las sábanas, no deja de tocar en vez de ayudar a achicar agua. Y mientras el Titanic se hunde, Robinson Cruesomiro, desde su isla lanza flotadores que nadie quiere entender, como tampoco nadie entendió a Reguilón en Moscú, cuando tras su debut en el primer equipo y la derrota moscovita dijo algo parecido: «Así no podemos seguir». Un canterano el día de su debut. Lo mismo por eso Ramos le lanzó aquellos pelotazos…

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Yo vi jugar a Del Bosque, así que llevo unos cuantos años yendo al Bernabéu. Socio desde 1986, mis recuerdos van ligados al Madrid del Di Stéfano entrenador, el de los cinco subcampeonatos, que me forjó en madridismo ante los malos tiempos, y al de la Quinta del Buitre, la poesía y las pelotas hechas fútbol. Desde 1996 dando la barrila en esto del periodismo deportivo, aunque hace años que es mi hobbie y no mi profesión.