La contracrónica: El ejemplo del mal ejemplo

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Niños, ¡no miréis! ¡No hagáis caso! Esto no ha pasado, ¿vale? El fútbol es otra cosa. Lo importante es participar. Unas veces se gana, otras se aprende. Bla, bla, bla. Hoy, en Turín, el Madrid ha vuelto a ser más grande que el fútbol. Y eso, para los niños, es el ejemplo del mal ejemplo. ¡Que no miréis, coño! ¿Entendido?

Hace dos semanas le pregunté a mi psicólogo futbolístico, Rafa Marañón, si le parecían bien  las últimas declaraciones de Cristiano Ronaldo en las que dijo lo siguiente: «Yo siempre creo y digo que soy el mejor, digan lo que digan, y luego lo demuestro en el campo». La respuesta de mi psicólogo, al que debo hacerle caso siempre, fue: «¡Me parecen estupendas! Si no le valora nadie en España, tendrá que hacerlo él mismo».

El Madrid, como entidad, siempre estará por encima de todos. Siempre. De los que están en el banquillo, sobre el campo e incluso de los que mueven hilos en el palco. De absolutamente todos. El escudo no se tocó ayer, no se tocará hoy, tampoco mañana y mucho menos pasado. Pero si el Madrid, como equipo de fútbol, está también en un peldaño superior al resto, es por Cristiano Ronaldo. Y no es ni mitología ni fantasía, es grandeza.

En la vida solemos aprender a base de hostias. Te tropiezas con una piedra y al día siguiente, cuando la ves de nuevo, sabes que tienes que esquivarla para no volver a destrozarte el pie. En el fútbol pasa lo mismo: yerras, pierdes, mejoras y ganas. Eso es lo que se les enseña a los niños en las escuelas de fútbol. A equivocarse, a perder, a mejorar y, lo último, a ganar. E incluso te dicen que lo último -lo de ganar- es lo de menos. El Madrid, en cambio, se suele saltar las tres primeras fases hasta el punto de causarme miedo a mí mismo. Es decir, gana. Da igual todo. El dónde, el cómo, el cuándo y el porqué no existen. Pasa y punto. No pienses ni intentes razonar, disfruta.

No sé qué son las corazas. No contemplo la vida sin sensibilidad, pasión y amor. Una noche más el club por el que decidí renunciar a tantas y tantas cosas ha vuelto a romperme todos los esquemas. Como me ha dicho mi gran amigo Carlos Pons, ahora mismo no somos más que víctimas del síndrome de Stendhal, una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones y alguna que otra alucinación cuando somos expuestos a obras de arte. Esa chilena lo es. Este equipo lo es.

En la temporada en la que íbamos a morir, seguimos matando. Yo hoy no me veo capaz de escribir más. Por suerte, lo hace el Madrid por mí. Y no en una página web madridista, sino en los libros de historia. En eso también me gana, nos gana y os gana.

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Mientras intentas descubrir algo más sobre mí en estas líneas yo me ando paseando por algún lugar de Barcelona con el escudo del Real Madrid en el pecho. Desconozco si soy un valiente o un imbécil, pero me excita. Son tantos los que me miran mal como los que empatizan conmigo. Así que si algún día desaparezco que sepáis que o me han matado a palos o a besos. Y si eso ocurre… ¡Que nos quiten lo escrito y leído por aquí! Eso sí, ¿hablaréis bien de mí, no? ¡Más os vale!