La contracrónica: De quién es esta vida

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No sé qué estoy haciendo aquí otra vez. El Madrid me dice que sí, me vuelve a señalar con el dedo, pero yo me giro para ver si se lo dice a otro. No me creo que de nuevo seamos campeones de Europa y que esta vida sea mía. Fútbol, no sé qué te damos, pero sigues dejándolo todo cuando nos cruzamos en tu camino. No nos des las gracias encima, porque lo hacemos por ti. Estás más guapo cogido de nuestra mano –con esa risa tonta–, así que no te sueltes, que el año que viene volveremos a por la ‘Decimocuarta’.

Ahora mismo solo pienso en que el Real Madrid se creó única y exclusivamente para ganar, siendo el deporte su mejor excusa. Carece de explicación alguna. Mientras el resto de clubes intentan, como críos pequeños, averiguar cómo se gana una Champions, el Madrid suma tres consecutivas; cuatro en los últimos cinco años. Es decir, nos paseamos por Europa quemando los genitales de cualquier leyenda con un lanzallamas mientras el mundo del fútbol intenta hacer fuego con dos piedras. Sin embargo, las lecciones las seguirán dando los demás, los de las piedras. Eso sí, el oro ya sabemos qué muñecas decora.

En el Madrid, el fin justifica los medios. Pero no hay mejores fines. Cada año inventamos uno mejor, de otro color. Hoy le ha tocado a Bale. No era protagonista, ni los guionistas le hubieran dado un papel. Pero la inercia del Madrid empuja a todos. Si se va, lo hará con un pedazo de historia en el bolsillo. Si se queda, seguirá haciéndola.

Cuando mi abuelo me puso aquella camiseta blanca y me hizo del Madrid, yo no sabía que me estaba disfrazando de monstruo. Entendía que, igual que mi equipo era ese, habría gente que era de otros. Algo normal, vaya. Pero en ningún momento pensé que me temerían tanto y me iban a desear el mal tras cada paso que dieran mis pies. Sin embargo, he aprendido a convivir con esta situación. Es ley de vida. Si tengo cien euros y tú tienes mil, te envidio. Sin conocerte y sin saber cómo los has conseguido, quiero ser tú. Ante esa imposibilidad de cambiar los roles y convertirte en el perseguido y no en el perseguidor, puedes llegar a odiar; puedes llegar a cagarte en su padre. Por eso nos odian. Porque quien tiene mil, somos nosotros. Porque quien tiene 13, somos nosotros.

Por desgracia, los Ramos, Cristiano, Modric, Marcelo y compañía no son Peter Pan, cumplen años. Llegará el día en el que dejarán de contar ‘Orejonas’ hasta con los dedos de los pies y dirán adiós. Y cuando eso pase, como dice el capo de este rinconcito virtual, quizás el Madrid estará otros diez o quince años sin oler una final de Champions. Será en ese momento cuando se podrán hacer las cribas entre los que son –somos– madridistas y los que solo son del Madrid.

Por lo tanto, esto se acabará. No sé cuándo, pero todas las coronas tienen querencia a coger polvo y a que se le despeguen los diamantes. No todo el mundo puede convertirse en leyenda, pero sí todas las leyendas mueren. Los reinados siempre tienen un principio y un final. Por muy longevo o intenso que sea. Lo más importante es ser testigo de él. Y lo estamos siendo. Larga vida al rey.

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Mientras intentas descubrir algo más sobre mí en estas líneas yo me ando paseando por algún lugar de Barcelona con el escudo del Real Madrid en el pecho. Desconozco si soy un valiente o un imbécil, pero me excita. Son tantos los que me miran mal como los que empatizan conmigo. Así que si algún día desaparezco que sepáis que o me han matado a palos o a besos. Y si eso ocurre… ¡Que nos quiten lo escrito y leído por aquí! Eso sí, ¿hablaréis bien de mí, no? ¡Más os vale!